Tenis l Roland Garros

La final de finales

  • Nadal es favorito para conquistar su cuarto título en París e igualar el récord de Borg, pero Federer sabe que ganar hoy tendría más peso que su sexto Wimbledon

Es el partido más importante del año: así de simple, así de complejo. Si Roger Federer desmiente los pronósticos y conquista hoy (15.00) Roland Garros, la historia del tenis habrá cambiado. Y si el campeón se llama Rafael Nadal, la historia será suya.

Es cierto que Federer está a sólo cuatro semanas de intentar su sexto Wimbledon consecutivo, una hazaña sin precedentes. Pero el partido que definirá el tono de la temporada se jugará en la ventosa, fría y nublada París: un primer título de Federer en París tendría mucho más peso que el sexto trofeo del suizo en Londres. Y una victoria de Nadal minaría la moral del número uno. Por eso importa lo que suceda esta tarde.

"Va a ser un gran día para los dos. Probablemente más para mí, porque me enfrento a la historia. Los dos estamos enfrentándonos a la historia, así que es el momento justo para mí", analizó Federer, un número uno a centímetros del bronce, tal como certificó hoy el mítico Bjorn Borg.

"Si Roger gana la final será definitivamente el jugador más grande de todos los tiempos", dijo el sueco, cuyo nombre suena desde hace dos semanas en París, porque es la única referencia de la hazaña que persigue Nadal.

Los personajes que hace décadas recorren el circuito enarcan las cejas y ofrecen una escueta sonrisa por toda respuesta cuando se les pregunta si Federer es capaz de sorprender mañana ganando el título. "Eso es algo que podíamos pensar la primera o segunda vez que jugaron aquí. Pero ya sabemos como va a terminar esta historia", dicen, otorgándole al español de antemano el millón de euros en premios para el campeón.

A Nadal le cambia el gesto cuando se le pregunta si él, que derrotó a Federer ocho de las nueves veces que se enfrentaron sobre arcilla, es el favorito. "Os gusta mucho la pregunta con la palabra favorito. Favorito es el que levanta la copa. Qué más da quién es favorito. Eso es hablar por hablar", lanzó ayer a la prensa.

Pero diga lo que diga el mejor número dos del mundo de toda la historia, Rafael Nadal es el gran favorito para ganar el gran pulso que se anuncia.

Lo avalan sus partidos ante Federer, con diez triunfos en 16 encuentros, y también su paso por París este año, sin ceder un set y con apenas 37 juegos perdidos.

Lo avala su juego arrasador ante Nicolás Almagro y Novak Djokovic, y también el factor psicológico, evidente en las finales de Montecarlo y Hamburgo que jugó ante Federer.

En el Principado, se recuperó de un 4-0 en contra en el segundo set para ganar la final 7-5 y 7-5, y en la ciudad alemana el español perdía 5-1 el primer set y 5-2 en el segundo antes de ganar 7-5, 6-7 y 6-3. Eso es una buena mentalidad.

Nadal, sin embargo, es categórico al desmentir cualquier atisbo de ventaja psicológica suya sobre Federer. "Aquellos fueron partidos extraños, no creo que se pueda valorar nuestra rivalidad de ninguna manera por los últimos dos partidos", dijo.

Federer se toma a broma el recuerdo de esos derrumbes psicológicos ante Nadal en finales. "¿Contra quién? ¿Rafa...?", responde entre risas antes de ponerse serio.

"No creo que se vuelva a repetir siempre. Él estuvo bien, y quizás un tiro acá o allá hubiese cambiado todo el partido. No tuve suerte, creo que cualquiera podría haber ganado en Hamburgo. Y en Mónaco me merecía al menos ganar un set, pero no lo obtuve".

"Mira: no estuve pensando en el tema, pero creo que tengo que seguir haciendo lo que vengo haciendo contra Rafa, y jugar mejor".

Federer está convencido de que Nadal mantiene un mismo patrón de juego desde hace tiempo y de que él, en cambio, puede "sorprenderlo", porque cambió su juego sobre arcilla "en el último mes" gracias a los consejos del entrenador español José Higueras.

"El partido está 50 y 50 para cada uno", añade el helvético, imbuido por un optimismo que no es contagioso, aunque tenga justificación: el suizo es un jugador de otro planeta. Su problema es que ante Nadal suele volverse más terrenal.

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