Final Liga Europa · Sevilla - Benfica · Frente a frente

El hombre que se besó el guante

  • Beto, cuya detención al penalti de Nono pasó casi desapercibida, se erige en otro héroe mítico del grandioso Olimpo del Sevilla. Liverpool, Juventus, Inter... y Sevilla, tricampeones.

Todo comenzó en unas semifinales de la Copa del Rey frente al fortísimo Atlético de Madrid de Diego Simeone. Beto soltó la maleta, se enfundó la camiseta del Sevilla y defendió su escudo en el Vicente Calderón. Entonces gustó su oficio, su templanza, su carácter... Era un poco bajito, estimaban algunos. Por alto no acaba de ir bien, decían otros. Con los pies, regular nada más, matizaban más allá. Nadie sabía entonces que, con Palop lesionado y Diego López camino del Madrid, estaban contemplando por primera vez al que relevaría al valenciano en el cada vez más grandioso y mítico Olimpo del Sevilla Fútbol Club.

   

El equipo del viejo estadio de Nervión, el lugar donde debutó para empezar a escribir su hermosísima historia en Europa frente al Benfica en 1957, hace 57 años, ya está en el club de los elegidos. Es tricampeón de la UEFA, como el Liverpool, como la Juventus, como el Inter... El Sevilla es grande, sí, grande de Europa y lo es gracias a que Beto, aquel hombre que dejaba dudas, volvió a sacar a pasear su guante.

 

La primera vez que lo hizo pasó casi desapercibido. Desvió el penalti del bético Nono lo justo, y se besó el guante. Pareció que lo había fallado el joven futbolista del rival, pero no fue así. Beto comenzó entonces a subir los peldaños de su particular gloria.

 

Clave en el final de la primera parte, con detenciones cruciales ante Maxi Pereira y Rodrigo cuando el Benfica, agazapado al principio, olisqueó la debilidad de un Sevilla muy cargado que perdía su atrevimiento, asustó de veras. Y fue clave con un paradón a Lima, en la segunda parte. Pareja también le salvó la vida sacando una bajo palos cuando ya estaba batido. La casta y el coraje es eso.

 

Enfrente, el joven portero esloveno Oblak se mostró sobrio, segurísimo, como si no tuviera apenas 21 años. El Sevilla amagaba cuando pisaba área y su sola presencia intimidó muchísimo a los atacantes blancos. Amargó a los canteranos sevillistas. Sobrio, le detuvo una rosca preciosa y blanda a Alberto Moreno, un durísimo disparo a Reyes y un nuevo intento del utrerano a la primera a pase de Coke. Parecía inabordable, hasta los penaltis...

Cuando finalizó la prórroga, la hinchada sevillista se vino arriba, mientras Javi Varas, el meta suplente que cedió su puesto de titular en la UEFA a Beto precisamente ante el Betis en octavos, pedía más ánimos aún desde un banquillo loco. La gente empezó a entonar el sugerente grito de Glasgow y recordó a Palop... antes de romper con el nombre de Beto. Los portugueses ya se temían lo peor tras ser superiores en buena parte del partido y haber sido empujados por una hinchada tremenda. En el ambiente se palpaba. Beto detuvo los penaltis a Rodrigo y a Cardozo. Fue el hombre del partido, del tercer título, el hombre que se besó el guante aquella noche. 

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