Rayo-Betis · la crónica

Que nadie hable más de dignidad (3-1)

  • Paulao ejemplifica el enésimo ridículo de un equipo contagiado por unos mandamases indignos. El brasileño regaló los dos primeros goles del Rayo. Tras el 3-0 y dos tiros rayistas a los palos, Chica puso el maquillaje.

Que nadie en el Betis hable ya más de dignidad. Porque un equipo es digno cuando es merecedor o se hace acreedor a algo. Y éste se ha empeñado esta temporada en despeñarse por deméritos propios. No vale otra cosa en un grupo de profesionales que ayer firmó el enésimo ridículo del curso. Lo hizo en Vallecas ante uno presuntamente igual que, encima, celebró a su costa la permanencia. Del Betis no se escribe en estas líneas la crónica de una muerte anunciada, días después de fallecer el célebre colombiano autor de tan sugerente título, quizá porque el Valladolid se ha visto obligado a la enésima chapuza nacional de ver cómo se retrasaba su partido con el Madrid. 

Pero la indignidad de este cadáver futbolístico no se circunscribe al equipo. Porque el equipo es el que es por la propia negligencia de sus mandamases, con el nefando José Antonio Bosch a la cabeza. Es éste y no otro el personaje más indigno de todos cuantos han pasado por este club agonizante cuyos hilos se mueven desde la impericia que mana de un juzgado. 

Mientras existió don José Mel Pérez, incluso en la anterior etapa del okupa Luis Oliver, el equipo siempre supo aislarse de los desmanes sociales y de cuanta tropelía se cometía en el club con decisiones deportivas indignas de una categoría tan profesional como la Primera División española. Incluso, con esta plantilla tan mediocre -este término es casi un elogio para el elenco heliopolitano-, y los refuerzos acaecidos en invierno, el técnico madrileño, a buen seguro, tendría hoy este equipo a salvo. Está claro que lo anterior es una hipótesis, pero quién no entra en el terreno de lo hipotético cuando de fútbol se trata, por mucho que hogaño le haya surgido a este deporte una caterva de pragmáticos capaces de cuantificar el pulso de un futbolista al lanzar un penalti decisivo. 

¿O hay alguien capaz de explicar el papelón que recitó ayer Paulao? Ni siquiera los que pusieron en cuarentena su valía cuando la crítica mayoritariamente lo sobrevaloraba hallan en este momento razones válidas para explicar un desempeño tan contumaz en el error. Vale que regale un gol en una mala cesión, pero que su estado anímico lo lleve acto seguido a autogolear a su portero y luego a solicitar el cambio a su entrenador... El brasileño comenzó como central derecho, intercambió su posición con Perquis a los poco minutos, en los que llegaron los goles, y regresó al perfil diestro a raíz del 2-0 y hasta que fue relevado por Vadillo cinco minutos después. ¡De locos! 

¿Es digna la actuación de Paulao? ¿Y es digna la imagen que ofrece también el Betis cuando su entrenador obedece casi de inmediato a la toalla lanzada a la lona por el futbolista? Y como la hipótesis anida de lleno en el mundo del fútbol, ¿tiene motivos un aficionado del Almería para dudar no ya de la dignidad sino de la profesionalidad de Paulao? No es la última jornada, no, y quienes en Sevilla conocen al brasileño saben de su honestidad, pero el de fuera... Y que nadie lo olvide: el Betis está por medio. Porque Paulao es del Betis como lo fueron Bosch, Stosic, Garrido, los que los jalearon e incluso los que hoy se han apoltronado en el club al pairo de un mandato judicial que ha reventado hasta la dignidad de un Betis al que sólo le queda una afición, a la fecha, más cómplice que otra cosa de esta novela negra de la que aún no se ha escrito el último capítulo. 

Si a la crónica más futbolística de lo sucedido en Vallecas hay que atenerse mínimamente, podría decirse que el Betis saltó al césped con dignidad, al menos hasta que Paulao descorazonó a sus compañeros y más de uno comenzó ya a pensar más en sí mismo que en el equipo. Es inevitable y hace tiempo que ocurre. Y para colmo hay futbolistas que están en la mente de todos a los que el fracaso colectivo les viene pintiparado para amortiguar el suyo personal. Uno de éstos entró ayer al campo y en la única carrera que trató de ofrecer cayó a la hierba de rodillas, en una imagen propia de un partido de veteranos. ¿Es digno confeccionar desde un despacho un plan de jubilación más que un contrato a quien se debería ganar el pan día a día? ¿Es digna la temporada que ha hecho Verdú? Pues seguro que el fracaso del Betis maquilla su añito como el gol de Chica hizo ayer con el resultado. Porque el Rayo, no conforme con el 2-0, le hizo pronto el tercero a la verbena defensiva del Betis y hasta lanzó dos trallazos a los palos antes de optar por descansar en vistas de que los verdiblancos correteaban por el campo sin ton ni son. ¿Pero lo hacían con dignidad? 

Aunque hay otra acepción de dignidad que, lamentablemente, sí se ha ganado a pulso el Betis. Es digno de compasión. Lo evidenció Paco Jémez, el entrenador rival, en los días previos, con sus elegantes declaraciones y, como buen técnico que es -seguro que Bosch lo hubiera echado antes-, sus futbolistas lo obedecieron. Y compadecieron a Paulao y compañía a cada desgracia. Ahora queda saber qué harán los béticos.

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