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Ni una ocasión de gol

  • Pobre imagen El Sevilla cae en su estreno ante el Valencia por la sencilla razón de que jamás impuso su fútbol Excusas La expulsión de Kanoute fue rigurosa, pero el juego hasta entonces fue decepcionante

Pobrísimo estreno oficial del Sevilla 2009-2010. No fue tanto perder contra el Valencia, que eso puede figurar dentro de lo admisible, fue la imagen que dejaron los nervionenses a otro de los equipos que aspiran más o menos a lo mismo que ellos. Ni una sola ocasión de gol, el primer disparo a puerta a los 84 minutos del encuentro, sin ofrecer jamás la sensación de mando en el juego, con una pareja en el centro del campo a merced del rival en el arranque del encuentro... Sensaciones todas negativas para el potencial que se le presupone a la plantilla que le han puesto entre manos a Manuel Jiménez y encima una derrota de difícil digestión por mucho que existieran algunas excusas a las que agarrarse.

Mal haría, sin embargo, el cuerpo técnico del Sevilla si buscase los problemas en el exterior en lugar de dirigir sus miradas hacia el papel desarrollado por los suyos. Es cierto que Rubinos Pérez fue un actor principalísimo al caer en el engaño de Marchena, pero esto, no se olvide, es un componente más del fútbol, de esas otras facetas del juego que tantas veces han favorecido a los sevillistas. Por tanto, cabe lamentarse más de la ingenuidad de Kanoute, a sus años, o de la escasa picardía de Perotti para tratar de buscarle las vueltas a Miguel y sacarle la segunda tarjeta amarilla.

El árbitro contribuyó al desastre, por supuesto que sí, pero su aportación porcentual se minimiza por lo que había acontecido hasta que Kanoute puso la plancha para que Marchena pareciera que iba a necesitar la amputación de su pie. Hasta ese momento el Sevilla fue un equipo plano, incapaz de adaptarse a otro de los elementos fundamentales en el desarrollo del juego, cual era el horrible estado del césped. Jesús Navas apareció en los cinco primeros minutos con velocidad, pero fue un espejismo; los dos delanteros estaban desconectados y sólo se les aproximaba la pelota, que no les llegaba, como si se tratara de un objeto extraño, incapaz de ser controlado; Perotti parecía que había sufrido un retroceso en su periodo de adaptación al fútbol de elite y se olvidaba de la frescura que hasta ahora lo había caracterizado para convertirse en un extremo tímido e incapaz de encarar a su rival para atemorizarlo al menos.

Es el primer análisis de las piezas que tenían, al menos en teoría, pues la práctica lo negaría todo, la misión de atacar. Estableciendo con rotundidad que Konko, Squillaci y Escudé, tres de los cuatro zagueros, fueron los mejores del once sevillista, hay que dirigir la vista, una vez más, al eje de las operaciones. Manuel Jiménez apostó fuerte en este sentido, pues se olvidó de Zokora, como del resto de las incorporaciones, y considérese como tales no sólo Negredo o Sergio Sánchez, sino también Lolo o José Carlos, que tanto protagonismo han tenido durante la pretemporada, para configurar un equipo del año pasado con Duscher y Romaric en el centro. Si le hubiera salido bien, pues se hubiera ganado los elogios, pero no fue así y ahora resulta complicado de explicar la contumacia en una pareja que todo el mundo convenía durante el verano que era manifiestamente mejorable y digna de ser reforzada.

Pero no, el técnico, cabe suponer que en base al trabajo de campo de él y de sus ayudantes, decidió que saltaran al patatal de Mestalla once futbolistas que ya estaban en la plantilla la pasada campaña. El problema fue que el ritmo no pudo ser más cansino, el Sevilla parecía que se partió con la idea de dejar pasar los minutos en espera de que allí pudiese suceder algo y que, por supuesto, ese algo fuera un aspecto a su favor. Era un equipo, como siempre, con un 4-4-2, con dos extremos abiertos y dos delanteros. La cuestión es: ¿Eso era lo mejor con el estado del terreno o hubiera sido mucho más aconsejable la búsqueda de un mayor dinamismo con el sacrificio de una pieza de arriba, ya sea un delantero o un extremo, en pos de acumular más gente en el centro y tener el control del juego? A la vista del devenir del partido, está claro que la segunda opción habría sido más aconsejable, pero eso pertenece al terreno del fútbol ficción.

Lo que no fue ficción, sino muy real, fue un Sevilla que sólo se proyectaba a través de Konko, que parecía desconectado en sus elementos de arriba, con un Kanoute impotente para hacerse con el balón y, sobre todo, tremendamente parsimonioso en sus acciones. Eso mejoró algo con la lesión de Romaric y la salida de Zokora, mucho más dinámico, pero tampoco fue suficiente.

El camino ya estaba trazado por entonces, pues en lugar de comprar las papeletas para que le tocara la lotería, el Sevilla había preferido fiarlo todo a un cara o cruz. Le salió cruz cuando Rubinos le mostró la segunda tarjeta a Kanoute, pero le podría haber sucedido en cualquier otro momento. Sobre todo si se tiene en cuenta la nula capacidad de reacción ante el gol de Mata. Ni una sola ocasión de gol, eso lo dice todo cuando, no se olvide, se habla de uno de los aspirantes a hacer cosas grandes en la Liga.

Árbitro: Rubinos Pérez l (madrileño). Su criterio a la hora de mostrar las cartulinas amarillas lo descalifica absolutamente, pues no midió a ambos equipos por igual. El plantillazo de Kanoute sí merecía amonestación por los aspavientos de Marchena; el de Alexis a Luis Fabiano quedaba impune.

Tarjetas: Amarillas Fernando Navarro (7'), Miguel (18'), Kanoute (23'), Kanoute (46'+) y Squillaci (84'). Roja Kanoute (46'+).

Goles 1-0 (47') Mata. Balón que controla Banega dentro del área del Sevilla tras pase de Villa y cuando el argentino se perfila para disparar es Mata quien golpea con rapidez para sorprender a Palop. 2-0 (80') Pablo. Apertura de Banega hacia la derecha con el Sevilla descolocado y Pablo intenta centrar, pero con el mal bote el balón se dirige hacia el palo de la meta de Palop imposible para el guardameta.

Incidencias: Encuentro de la primera jornada de la Liga BBVA disputado en Mestalla ante unos 46.000 espectadores. Terreno de juego en pésimas condiciones para la práctica del fútbol.

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