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¿Ya olvidó el libro de estilo?

  • El Betis de Víctor, tan desconcertado como Emana, se estrella en su incapacidad para leer el juego · De más a menos, acaba fundido frente a un rival con diez

El Betis se pareció al de Tapia. O al de los malos días de Chaparro, Irureta, Cúper y hasta Serra. Si en el equipo de ayer alguien es capaz de destilar apenas una gota del ideario de su nuevo entrenador, estamos sin duda ante un iluminado. El Betis de Víctor Fernández, como el del resto de entrenadores que sucumbieron al cáncer que corroe la entidad, ha ido de más a menos. Asomó en Córdoba con unas señas de identidad ya definidas aun sin perfilar, las acentuó mínimamente frente al Hércules y ahí murió. En Huelva ya fue otro y ante el Albacete mudó a equipo desordenado y desconcertante. Tanto como Emana, su faro y guía para lo bueno y para lo malo. Controló el balón casi siempre porque el Albacete no sabe ni colocarse en el campo, pero nunca supo hincarle el diente al partido. Vivió de lo que le dejó su rival, pero con la fortuna de que fue bastante. Demasiado. Por eso dispuso de ocasiones de gol que casi no tuvo que fabricar. Por eso debió ganar si su delantero centro no se llamase Sergio y apellidase García. Y, por eso, porque el Albacete incluso le dio vida al quedarse con diez a la hora de juego, llegó vivo, aun desfondado, al pitido final.

Defensa

En los compases iniciales, el Albacete encontró algunos espacios a las espaldas de Arzu, pero Melli, inconmensurable, se cruzó y se anticipó siempre con sentido. La zaga dio un progresivo paso adelante que le permitió vivir cómodamente ante unos atacantes escasos de fútbol, estáticos y poco veloces en las bandas. La ayuda del centro del campo apenas fue necesaria aunque Iriney siempre anduvo presto al auxilio.

Ataque

Al Betis le costó hacerse con la posesión del balón, pero fue inteligente y aprovechó las carencias de un rival deslavazado desde que saltó al césped. Dos arreones de Emana, un buen pase en profundidad de Capi a Nacho y las internadas de un Jonathan Pereira muy incisivo en la derecha bastaron para poner de gol hasta por cuatro veces a un Sergio García negado ante la portería incluso desde el punto de penalti.

El fútbol ofensivo del Betis fue el de Emana. El camerunés se fue atorando. Ofuscado, se empeñó en componer una obra de arte con cada balón, en cada pase. El fútbol sencillo no existió. Las bandas se utilizaron poco y mal. El Albacete renunció al balón y el Betis, extrañamente este Betis de Víctor Fernández, no supo qué hacer con él. Siempre en terreno del rival, ni la ventaja numérica adquirida en el minuto 64 fue espoleta para un fútbol distinto: pausado y agresivo a la vez; de toque largo y abierto. Al contrario, el Betis corrió más que el balón y se fundió. Justo como Emana. Mehmet Aurelio puso algo de orden en los medios, pero arriba no hay aire.

Virtudes

Pavone ganó balones y los jugó con criterio cuando faltaba fuelle.

Talón de aquiles

El Betis volvió a decirle al mundo que es muy frágil. ¡Cómo es posible que en cuatro partidos once futbolistas manden a la basura el catecismo de su entrenador! El paso atrás es peligroso y ¿definitivo?

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