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Un polvorín sin seguro

Como un fórmula 1 sin responsabilidad civil ni daños a terceros o como una pirotécnica sin asegurar, este Atlético que sin Fernando Torres se ha acercado más a lo que es una planificación coherente, aún sufre los riesgos de un proyecto que ha dado bastante más importancia a la vistosidad y pólvora en ataque que a la seguridad defensiva. Los números suelen demostrarlo todo y hoy día el equipo de Javier Aguirre es el segundo máximo goleador del campeonato con 27 tantos y de 13 partidos disputados, en cuatro de ellos ha marcado cuatro goles. Eso dice mucho del polvorín de ataque, pero también hay que anotar que el 4-3 se ha dado con asiduidad en los resultados del Atlético y también en sentido inverso, 3-4 en contra de un equipo que marca goles con la misma facilidad con que los recibe.

Pero lo que es curioso es su comportamiento fuera del Vicente Calderón, donde aparca esta fertilidad goleadora para quedarse con sólo 5 de esos 27 goles. Claro que tampoco los recibe, pues el Atlético (con 6 tantos) es el menos goleado a domicilio. Simplemente, un cambio de actitud.

sin balón

Aguirre es un guerrero por naturaleza y aun con la plantilla más ofensiva que le pueda ofrecer el mercado, sabe aleccionar a su gente para dar bocados. En el Calderón digamos que le obligan a salir a buscar al contrario, pero fuera de casa la velocidad del contragolpe es algo a lo que no iba a renunciar el Atlético con futbolistas apropiados para ese estilo de juego. Los resultados han sido irregulares, pero ha logrado cerrar más o menos bien su defensa gracias a una fuerte presión con coberturas en todas las líneas que se intensifica en las bandas. Maniche organiza el cuerpo de retaguardia generalmente con la ayuda algo más suelta de Rául García. Así logra ahogar a su rival a la mínima duda de creación. El problema sí puede llegar algo más atrás. Con todo lo anterior, al Atlético le cuesta cerrar los partidos, sobre todo en casa. Los centrales se encuentran con marrones de los laterales y viceversa.

con balón

Quizá hace un juego demasiado directo sin que ello signifique el ejercicio del pelotazo sino la verticalidad con la que a veces quiere atacar. Zé Castro es el central que mejor saca el balón, pero luego, hasta que llegue a pies de Raúl García va un mundo. Tampoco es que el navarro sea un dechado de virtudes en la distribución, pero sí se defiende. Claro que cuando la posesión llega arriba las alarmas se le encienden automáticamente al rival. El pique en el área de Agüero, los movimientos y los latigazos de Forlán, la velocidad de Luis García, de Reyes, de Simao, la llegada de Raúl García y Jurado, hasta la potencia con que le pegan laterales como Pernía o Antonio López... aunque el futbolista que suele marcar las diferencias es Maxi Rodríguez. Suele partir desde la derecha para moverse hacia el interior y crear -igual que hace el Kun pero más atrás- superioridad numérica con un simple desborde.

lo mejor

Un ataque de ensueño y un abanico de lanzadores de falta sublime.

lo peor

Problemas en el sistema defensivo que acarrean cierta irregularidad.

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