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El respeto se unió al miedo

  • Las aficiones de Betis y Sevilla vibran con el duelo más esperado · La emoción se convierte en aliciente bajo la rivalidad

La expectación era justificada. Betis y Sevilla no se encontraban desde el 7 de febrero del año 2009 y la cita debía servir como escenario para un homenaje a la rivalidad bajo el respeto. Y así fue. Los aficionados recibieron el premio deseado, el de disfrutar del choque más esperado, el que pone en juego una rivalidad existente en muy pocos partidos de fútbol a nivel internacional. El destino quiso que no se jugara la primera jornada el pasado 21 de agosto, que ambos se encontraran ayer más de dos años después del último derbi sevillano. El espectáculo, lejos de alejarse, decidió aliarse con un partido que marca el devenir de los aficionados de Betis y Sevilla.

Con la mirada y los discursos de los presidentes de los clubes hacia la búsqueda del respecto y el buen comportamiento de los aficionados, éstos cumplieron con su cometido de gritar y cantar con la premisa de convertirse en jugadores aliados y no en enemigos, en partícipes de una cita tan esperada como misteriosa.

Son encuentros especiales y comienzan mucho antes del horario de arranque oficial. La bienvenida a los futbolistas de Sevilla y Betis antes de entrar en el estadio formó parte de una expectación que hizo esperar demasiado.

El beticismo no defraudó a su equipo y sirvió de motivación añadida a un plantel que llegaba a la cita tras un paso por Segunda División de dos temporadas. Bajo el recuerdo de todos estaba un hombre que sigue despertando la ilusión y el apoyo de todo el fútbol, un Miki Roqué que fue homenajeado por los propios jugadores del Sevilla, del enemigo deportivo por excelencia, en una clara demostración de que el derbi sevillano quería formar parte de un espíritu solidario siempre presente. Pero todos los aplausos mutuos tuvieron su cierre obligado con el pitido inicial del árbitro, el que hacía realidad el inicio de un derbi que a partir de entonces volvía a tomar los tintes competitivos de siempre, los marcados por los deseos de dos aficiones que no dejaron de apoyar nunca a los suyos.

Y aparecieron los cánticos de siempre, los ánimos a Pepe Mel por parte de la numerosa afición local y el apoyo incondicional de los sevillistas que acompañaron a su equipo al viaje más cercano de la temporada.

También estuvo presente el nombre de José María del Nido, al tiempo que aparecieron los nervios por ambos bandos cuando las circunstancias invitaron a pensar que tal vez el daño podía ser mayor para cualquiera.

En el terreno de juego, las carreras de Jefferson y Reyes motivaban ánimos de ilusión y las dudas defensivas atisbos de miedo. Todo ello acompañado por el entusiasmo de los dos grandes momentos del partido. Beñat despertó primero la alegría bética. Repitió un gol de falta directa en un derbi, esta vez en el grande, el que centra los focos reales.

Cuando Navas y Negredo aparecieron para poner las tablas en el marcador, el sonido verdiblanco cambió sus tornas y los aficionados sevillistas soñaron con la tranquilidad regenerada.

Los aficionados de Betis y Sevilla mezclaron miedos con deseos inalcanzados, euforias con tristezas momentáneas, pero, sobre todo, disfrutaron del encuentro más esperado por todos, el que trancurrió sin incidentes y se ganó el derecho a disputarse siempre bajo el prisma del respeto, el que volvió a brillar en Sevilla pese a dos sentimientos tan enfrentados.

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