Defender, en este Sevilla, es lanzar una moneda al aire. Si sale cara, el rival, que casi siempre va a rematar lo que llegue al área de Palop, te perdona y los blancos pueden ganar, porque arriba desequilibran; si sale cruz, el oponente acaba colándose por el agujero y te mata. Ante el Fenerbahçe ocurrió lo último, pero ayer no. Vale que el Sevilla acusara el desgaste del martes, pero ante el Levante, bastante peor que los turcos, no puedes quedarte sin transición defensa-ataque casi toda la segunda parte. El equipo se siente débil y padece. Las victorias le deben reforzar.

Defensa

Volvió Mosquera para situarse a la derecha de Dragutinovic. El colombiano no acabó con el desorden y tardó en emerger para despejar. Sólo lo hizo en el arreón final del Levante. Antes, el suramericano cuajó una aceptable primera parte en la anticipación y el pase. Pero en el área propia fue otro cantar. Ahí fue lo que todos, maniquíes temblorosos y desordenados.

Los cambios hicieron que el cemento cuajara algo, pero sólo algo. Poulsen barrió con eficacia y Lolo estuvo en su sitio, aunque persistieran las faltas innecesarias y con ello las bombas que hoy son cada balón colgado al área sevillista.

Ataque

El 0-1 en el minuto 4 pudo ser un torpedo a la línea de flotación del Sevilla, muy tocado por lo del martes anterior. Pero el equipo tuvo aplomo para empezar a tejer y tejer jugadas con paciencia, abriendo a un lado y otro ante una defensa cerradísima. Maresca dio fluidez e hizo que el equipo aprovechara toda la anchura del terreno. Los centros desde las bandas se sucedieron, pero apenas dos o tres fueron envenenados. Uno lo aprovechó Keita para empatar, y luego fue el propio Maresca quien vio el desmarque de Luis Fabiano para aclararlo todo. Pero volvió a cortocircuitarse el ataque. ¿Miedo? ¿Cansancio? ¿Desorden? Un poco de todo.

Virtudes

El manejo del partido tras el 0-1.

Talón de aquiles

El manejo del partido tras el 2-1. La defensa lo condiciona todo.