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Nada vale más que el honor

  • La salvación virtual no exime al Betis de plantar cara, con todo su ardor, a un Barça voraz hacia la Liga

Un Betis-Barcelona siempre, absolutamente siempre, va a saber a fútbol ensolerado. Siempre va a contener resonancias de partido grande en el balompié español. Estamos hablando de dos de los clubes que han vertebrado la historia del Campeonato Nacional de Liga hasta el punto de ser de los primeros en tener la fortuna de conquistarlo, los verdiblancos en el 35 y los azulgrana en el 29.

Pocos béticos quedan vivos de aquella gesta en sepia. Pero no haber disfrutado de primera mano de ese título no priva a esa inmensa mayoría de aficionados de sentir el peso de la grandeza. Y con ello, de exigir a quienes defienden su escudo que se dejen hasta el último hálito para estar a la altura de lo que representan. ¿Qué queda sin el honor?

La numerosísima infantería verdiblanca va a llenar esta noche, una vez más, el benito Villamarín para ver jugar a su Betis. Se va a volver a entregar de forma incondicional. Pero ojo. Que los actores no den el mínimo motivo para que el personal troque el ánimo por la enésima desesperación. Traducido al román paladino: que los once que disponga Juan Merino jueguen con vergüenza torera ante un Barcelona lanzado a por la Liga, y que si al final gana el visitante, como parece lo lógico, que sea tras haber sudado sangre.

El honor. Ni más ni menos que el honor.

El calendario guardaba como una inquietante celada que tras la visita a Nervión, asomara el Barcelona por Heliópolis sin apenas margen para rectificar luego: salida a Eibar y cierre de campaña en casa ante el Getafe. Afortunadamente, el equipo bético, mal que bien, ha hecho los deberes para evitar que esa trampa fuera trascendente para la suerte de la temporada. Las trabajadísimas victorias por 1-0 ante Levante y Las Palmas han facilitado que la salvación sólo sea cuestión de tiempo. Esos 41 puntos van a asegurar al Betis su presencia en la próxima edición del campeonato. Si la puerta no está definitivamente cerrada, lo estará.

Visto el decorado, bien le vendría al Betis que permeabilice en el vestuario el discurso de Juan Merino. Su imprecación al compromiso extremo. Toca redención después de otro ejercicio de declarada inferioridad ante el vecino. Asumirla en las declaraciones posteriores, el primero el propio entrenador, no ha sentado bien entre una parroquia que ya tiene pocos pases.

Que el anfitrión sea capaz de transformar ese mal rollo que dejó el derbi en rabia y tensión para dejarse el alma ante el Barcelona será clave. Quizá no le valga para arrancar algún punto. O sí. Pero si cae el Betis, que lo haga con su gente aplaudiendo por la noble defensa del escudo. Y con Messi y Luis Enrique pálidos y resoplando por el apuro.

La situación de transitoriedad que marca la actualidad bética no va a ayudar a preparar el partido sin factores desestabilizadores. Merino tiene fecha de caducidad en el banquillo. Su decisión de incluir a Fabián en la lista para nervión y sacarlo del derbi chico no sentó bien entre muchos aficionados. Y mantener fuera de la lista a Jorge Molina para hoy arroja otro puñado de sal al asunto.

Para más inri a Miguel Torrecilla, presto a desembarcar desde Vigo para relevar a Macià, el Betis ya le haya marcado los terrenos al negarle la vuelta de Emilio Vega como secretario técnico. Más ruido extradeportivo. Una banda sonora ya habitual en el Betis de la hora.

Aun bajo ese ambiente enrarecido, el Betis tendrá que exprimir lo que le queda. El equipo puede ser idéntico al que de forma tan tibia compitió contra el Sevilla, quizás con la entrada de Álvaro Cejudo por Joaquín para ganar en capacidad de trabajo.

Falta hará, en cualquier caso, que la tropa verdiblanca actúe como si le fuera la mismísima salvación en ello. Bajar los brazos antes de tiempo por un resultado adverso puede resultar peligrosísimo ante un equipazo necesitado de reafirmarse en la Liga. Está en juego el honor. Nada menos.

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