Palabras desde Nicaragua

Pese a haber sido vicepresidente sandinista, hoy en día Sergio Ramírez ve con desagrado ese movimiento

Escribo entre cuatro paredes, pero con las ventanas abiertas", dijo el escritor nicaragüense Sergio Ramírez en su discurso del Premio Cervantes, el primero de su pequeño país centroamericano ("dulce cintura de América", en palabras de Pablo Neruda) que lo recibe, magnífico texto que ahonda con precisión y belleza en las idas y venidas de nuestras letras de un lado a otro del Atlántico, desde que Miguel de Cervantes las llevara allá cuando en 1605 llegaron a Portobelo los primeros ejemplares del Quijote, y Rubén Darío nos las devolviera tres siglos después desafiantes y atrevidas e impregnara con su frescura a los incipientes poetas españoles del 98.

El premio Cervantes de este año, que como todos tanto bien hace a la posición privilegiada de España en sus relaciones con América, que nunca se deben descuidar, nos trae además la alegre brisa del Caribe representada en la honestidad intelectual del premiado. Nieto de músico y ebanista, imbuido desde su infancia por la eclosión literaria representada en las letras míticas de un García Márquez o un Cortázar que entraban en su casa gracias sobre todo a una madre profesora de literatura, desbocó su juventud como tantos hacia la lucha contra la dictadura de Somoza integrándose en el movimiento sandinista que finalmente la derrocaría, llegando incluso a ser vicepresidente de aquel gobierno revolucionario durante cinco años.

Hoy, sin embargo, ve con desagrado y decepción cómo ese mismo movimiento que en la primera línea de batalla él mismo apoyara ha derivado en una dictadura igual de cruel que cualquier otra, y que la semana pasada arrasó sin piedad a cuantos clamaban, la mayoría jóvenes sin más poder que sus ideales, justicia y democracia. Y no sólo lo ve, sino que lo dice, y lo denuncia, como lo hizo el lunes en el más solemne marco del Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares: "No hay nada que pueda y deba ser más libre que la escritura, en mengua de sí misma cuando paga tributos al poder que, cuando no es democrático, sólo quiere fidelidades incondicionales".

Cuando dentro de poco tendremos aquí una nueva edición de la Feria del Libro, no se me ocurre mejor homenaje que traer a colación estas palabras que nos vienen desde América y que nos recuerdan de tarde en tarde que desde la cultura también se construyen patrias, ahora que tantos dedican su tiempo con fervor precisamente a destruirlas.

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