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Elecciones Andalucía

Otra vez en la casilla de salida

  • La 're-campaña' se abre en la provincia de Cádiz con pocas opciones de cambio en el reparto de diputados y la única duda de quién ganará

Corrieron los dados de manera sucesiva y mira tú por dónde en la misma tirada las cuatro fichas cayeron en la calavera. Y otra vez a la casilla de salida. Como si aquí no hubiera pasado nada, como si estos últimos seis meses no hubieran existido. Los cuatro partidos que obtuvieron representación en las Cortes Generales por Cádiz el pasado 20 de diciembre, con los mismos candidatos y los mismos mensajes de entonces, abrieron ayer la re-campaña electoral que desembocará dentro de 16 días en unos nuevos comicios generales que quién sabe si propiciarán o no la configuración de un nuevo Gobierno en España.

Todo es nuevo para todos. Jamás se había vivido algo así en este país desde que la democracia empezara a gatear hace 40 años. Y lo que depare el futuro, por tanto, es un misterio. Pero eso será en Madrid. Aquí en la provincia de Cádiz, si no está todo el pescado vendido, poca mercancía queda en el mostrador. Y eso sí que es una diferencia notable con respecto a la campaña de diciembre. Entonces, con la irrupción de Podemos y Ciudadanos, nadie sabía lo que iba a suceder. Ahora, y esto es algo que confirman los dirigentes de los cuatro partidos con opciones de éxito, no se espera mucho baile en el reparto de los nueve escaños para el Congreso que estarán en juego en la provincia. Es más, no sería de extrañar que el 26-J se repitiera el mismo resultado del 20-D, esto es, tres diputados para el PSOE, otros tres para el PP, dos para Podemos (ahora en coalición con IU bajo el paraguas de Unidos Podemos) y uno para Ciudadanos. Esto es al menos lo que corrobora la última encuesta del CIS hecha pública ayer. Otra cosa diferente puede ser el reparto de los cuatro escaños del Senado donde, a la vista del extrañísimo escrutinio de infarto que se vivió en diciembre, que le dio tres senadores al PP pese a que perdió esos comicios, todo puede pasar.

Así las cosas, la única duda, aunque de relevancia, que se plantea en la provincia en estas elecciones es saber qué formación se llevará la victoria. Hace seis meses el PSOE ganó al PP en Cádiz con la diferencia más exigua de la democracia: 25 centésimas. Esa distancia de apenas 1.600 votos que lograron los socialistas puede ahora agrandarse o quedarse en nada.

Son sabedores de que han vivido tiempos mejores y de que su supremacía en la izquierda está en claro riesgo. Pero pese a ellos los dirigentes del PSOE de Cádiz creen que esta cita electoral se presenta como una oportunidad de oro para confirmarse como el partido hegemónico en este trocito de la comunidad andaluza. Por eso el reto que persigue esta formación es lograr la manita, esto es, conseguir su quinta victoria electoral consecutiva en la provincia, un hecho que de llegar a producirse acrecentaría el papel de talismán de Irene García, que no conoce la derrota desde que hace cuatro años asumiera la dirección provincial de este partido. Las europeas de 2014 y las andaluzas, las municipales y las generales de 2015 propiciaron un vuelco en Cádiz a favor de los socialistas. Dos dirigentes históricos como Salvador de la Encina y Francisco González Cabaña volverán a ser los cabezas de lista al Congreso y al Senado, respectivamente, de un partido que es consciente de que encara ahora el más difícil todavía.

Pero el PP no se lo va a poner fácil a los socialistas. Ni mucho menos. Es más, los populares parecen ver por primera vez la luz al final de ese túnel oscuro en el que llevan cuatro años metidos. Las últimas cuatro derrotas dolieron mucho al partido que preside en la provincia Antonio Sanz, aunque la sangría que les produjo las municipales de hace un año fue aliviada en parte el 20-D, cuando esta formación se acercó muchísimo al PSOE e, incluso, le quitó dos representantes en el Senado.

Creen, como los socialistas, que su tercer diputado en el Congreso no corre peligro, pero saben también que el cuarto les queda muy lejos. Por eso el objetivo del PP es sólo superar al fin al PSOE y poner así una bandera azul en esta provincia para iniciar su reconquista. Y para ello han optado por no cambiar de caras. Su cabeza de lista volverá a ser la eterna Teófila Martínez, que anoche inició su novena campaña como número uno del PP por Cádiz en unas elecciones legislativas (siete al Congreso y dos al Parlamento andaluz). Junto a ella volverán a jugar un papel primordial el alcalde de Algeciras, José Ignacio Landaluce, de nuevo número uno al Senado, y una renacida María José García-Pelayo, que repite como número dos al Congreso pero ahora sin la espada de la trama Gürtel sobre ella.

Pero a bote pronto los más optimistas parecen ser los de Unidos Podemos. Con el viento a favor de las encuestas, la coalición conformada por podemitas e izquierdistas va a por todas. No se conforman con la medalla de bronce y aspiran incluso a por la victoria en la provincia, aunque tocarían las palmas con las orejas si lograran atar un tercer escaño al Congreso.

Nadie duda de que, gracias a la coalición con IU, Podemos ha logrado salvar los dos escaños que logró en diciembre: los de Noelia Vera, que repite como número uno, y Juan Antonio Delgado. Y ahora es Izquierda Unida la que pide la vez en su intento de mandar al fin a Madrid al asidonense Santiago Gutiérrez -ahora número tres tras fracasar en diciembre como número uno de IU- y si fuera posible al cunero José Manuel Mariscal, colocado en la cabecera de la lista al Senado.

El cuarto en liza es Ciudadanos, que de nuevo buscará un acompañante para su cabeza de lista, Javier Cano, en Madrid. Pero no parece a priori una tarea fácil para un partido que persigue sobre todo que en Cádiz se visualice y se valore el supuesto papel de mediador asumido en Madrid por su líder único e indiscutible, Albert Rivera.

Las otras siete candidaturas que concurren en la provincia (UPyD, PACMA, VOX, Partido Libertario, Partido Comunista de los Pueblos de España, Recortes Cero y Falange Española de las JONS) están llamadas a jugar un papel secundario en unas elecciones concebidas para enmendar un fracaso colectivo.

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