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Doble fondo

Guante blanco y las manchas previstas

  • Rajoy y Sánchez buscaron las cosquillas a Rivera y a Iglesias. Nadie brilló, nadie patinó, nada que recordar.

EL que esperara estridencias y testosterona podía haberse ido anoche tranquilamente a dormir. No se habría perdido nada. Como el confiado en que Rivera o Sánchez se mojaran sobre sus futuros pactos de gobierno. Como los que esperaran golpes de efecto. Ni agua. Todo tila. El gran debate a cuatro fue un ceremonial de monólogos templados y reafirmaciones sin descomposiciones; las tentativas de bronca se quedaron en eso, en conatos, los previstos por cierto.

La serenidad y el buen tono presidieron casi todas las intervenciones de los candidatos, que abrieron fuego mostrando sus condolencias por la matanza homófoba en Orlando antes de exponer sus políticas de empleo. El más vivo de entrada, el que más gesticulaba al menos, era el naranja. Pero los cuatro mantenían un perfil bajo. ¿Se comprometen a que no haya unas terceras elecciones? "Que gobierne el más votado". "Que salgan a votar los millones de votantes socialistas". "Que Ciudadanos sea decisivo". "Hay que elegir entre PP o Podemos y PSOE". Los respectivos desiderátum los deslizaron a bote pronto Mariano Rajoy, Pedro Sánchez, Albert Rivera y Pablo Iglesias, que tomaban posiciones poco a poco sin hacer ruido. El primero con su mensaje optimista y sus supuestos logros económicos. Los otros, afanados en desmontarlo. El debate arrancaba encorsetado, rozando el aburrimiento. Ni un mal gesto, rozando también el hieratismo los rostros de los candidatos, con caras de póquer y sin que ninguno rompiera la baraja. "Aquí no se viene a hacer prácticas", cerraba condescendiente Rajoy el primer tramo, colgado del mantra de que "no es lo mismo predicar que dar trigo". Todos llevaban la lección bien aprendida, ninguno parecía nervioso. Calma chicha.

El segundo bloque, políticas sociales, muestra a un Rivera que se viene arriba y que acusa a Iglesias de querer salir del euro. Como no existe el derecho a réplica -los turno los reparten los tres moderadores-, el aludido mueve la cabeza. No, no es cierto, masculla. Sánchez le sigue dando cera a Rajoy, "hay pocas personas que hayan hecho tanto daño al Estado de bienestar". Y también le manda el primer recado a Iglesias, al que le recuerda que le reclamó, además de la Vicepresidencia del Gobierno para sí, ministerios que no eran sociales para apoyar su investidura. Con tacto, y sobre todo táctica, el candidato de Podemos le pide que no se equivoque de adversario y redirige los cañones contra Rajoy. Pero Sánchez no pierde comba y le tacha de "intransigente". A Iglesias. El mensaje del PSOE empezaba a resultar diáfano: su gran rival inmediato está a la izquierda, el oso morado que "bloqueó el cambio". El mantra de Podemos también se ponía en marcha: "No se equivoque de adversario". Los quinielistas, en su inmensa mayoría, habían acertado: Iglesias, como si esperara algún cheque socialista después del 26-J, respondía con guante blanco (y desdibujado) al puño de hierro de Sánchez.

Llega la corrupción. Este apartado promete emociones y bajas pasiones. Iglesias reabre el asunto de las puertas giratorias. Sánchez le afea los casos de Monedero y Errejón. "Madre mía, madre mía", replicaba contenido el aludido. A Rajoy le caen chuzos de punta, pero mantiene el tipo más resuelto de lo que se podía colegir de su alergia a los debates y se revuelve tirando de la cometa de los dos ex presidentes andaluces en apuros judiciales. Rivera aprovecha para recordar al presidente que la mayoría de votantes del PP no le harían ascos a prescindir de sus servicios. Y se enzarzan. "Parece que usted tiene una mentalidad inquisitorial. ¿No dice que es liberal?", le suelta el candidato del PP al de C's. Ya tenemos el dueto que se cantaba: PSOE versus Podemos, Ciudadanos versus PP. Mayormente.

Iglesias se va encendiendo. La cerilla de Rivera con la acusación de financiación ilegal de Venezuela -tenía que salir, tarde, pero salió- de Rivera propicia el primer atisbo de bronca. No hubo lugar. Llega el tema territorial, Cataluña. Birlibirloque, Sánchez lo redirige al "bloqueo" de Iglesias al cambio. "Pedro, que estamos hablando de Cataluña". El socialista le recuerda que Colau es independentista. ¿Por qué gobierna entonces el PSC con ella, Pedro?". Tocado. Cosas más raras se han visto. Y se verán tras el 26-J, o no.

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