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Mariano Ra…, Pedro Sán..., Albert Ri… y Pablo Igle...

  • Los ciudadanos vamos, seis meses después, a votar en unas mismas elecciones Los políticos no pueden renunciar de nuevo a su obligación democrática: formar un Gobierno

mANUEL Vázquez Montalbán escribió un día un artículo dedicado a José María Aznar que tituló José María Az… El asunto tenía su gracia y para explicar el motivo de su decisión recordó una maravillosa anécdota con Pedro Gómez Aparicio y el antiguo parte de Radio Nacional de España. Gómez Aparicio fue un conocido periodista que durante las dos primeras décadas del franquismo se erigió como uno de los referentes ideológicos más valorados por el régimen, al punto de que se le confió una sección de comentarios de actualidad en RNE que se incluía dentro del propio informativo. Su nombre en antena siempre se pronunciaba con el Don delante. Para muchos radioyentes contrarios al régimen, este periodista era conocido como Don Pedro Go…, ya que en cuanto el locutor del parte anunciaba su comentario la mayoría de ellos se precipitaban hacia el aparato y lo desconectaban.

Me acordé de esta anécdota durante esta última semana de campaña electoral. Cada vez que escuchaba en la emisora en la que trabajo, o en cualquier otra, la sintonía de las elecciones generales -esa musiquilla con la que los informativos anuncian que a partir de ese momento comienzan las crónicas sobre los partidos políticos- me imaginaba a cientos de personas lanzándose a la radio para desconectarla de inmediato. Y pensé que aunque los candidatos, entre las primeras elecciones de diciembre de 2015 y las de hoy, han sido los mismos; para muchos votantes ya no se llaman igual. Mariano Rajoy pasó a ser para algunos Mariano Ra…; Pedro Sánchez, Pedro San…; Albert Rivera, Albert Ri…; y Pablo Iglesias, Pablo Igle… Las abreviaturas en las que quedaban los nombres, una vez que los ciudadanos se tiraban de cabeza a apagar la radio o a quitarle el volumen a la televisión.

Aunque queda uno fatal admitiéndolo, tengo que reconocer que, personalmente, empecé a correr hacia el mando a distancia el día en que Mariano Ra…, tras su visita a un campo de alcachofas, anunció que "España es una gran nación, pero sobre todo tenemos españoles"; después de ver a Pedro San… jugando al dominó en un pueblo de Málaga, tras hacerse una foto con un espetero. Y definitivamente cuando Pablo Igle… se hizo socialdemócrata. Cada uno desconecta cuando quiere y sobre hartazgos no hay nada escrito, por lo que supongo que usted, lector, tiene su propio momento, ese en el que decidió cambiar de canal en televisión o quitarle el volumen a la radio después de decirse internamente: "hasta aquí hemos llegado".

Según los analistas y las encuestas, cuando esta noche concluya el recuento de la votación, será complicado que tengamos un Gobierno y un presidente de ese Gobierno. Se iniciará una nueva ronda de conversaciones y encuentros con el Rey, bajo el telón de fondo de dos palabras que se van a repetir hasta la saciedad: pactos y acuerdos. Como el que avisa no es traidor, sería deseable que, en esta ocasión, los partidos se tomaran su trabajo un poco más en serio. En unas elecciones los ciudadanos votamos y los partidos forman Gobierno. Y no parece lógico que los ciudadanos estemos votando hasta que a los partidos políticos les guste lo que votamos. Otros cinco meses de negociaciones dejarían los pactos en pac…. Y los acuerdos en acuer… Con el riesgo de tirar, esta vez, el televisor por la ventana.

Puestos a sugerir ideas, cuando esta noche termine el recuento y después de que salga cada uno de los candidatos a decir que ha ganado las elecciones o que es determinante para configurar un Gobierno, se me ocurre una propuesta. Que cada partido elija una comisión negociadora, encierren a sus miembros en una sala del Congreso de los Diputados y que de allí no salga nadie hasta que se pongan de acuerdo en la elección de un presidente. Alguien me podría reprochar que esta práctica está en contra de la transparencia en un sistema democrático, y la verdad es que tendría razón el que lo diga, pero hay un momento en la vida en el que hay que elegir entre susto o muerte. Y más vale llevarnos un susto con el presidente que nos pueda salir de ese encierro, que ir directamente a unas terceras elecciones, que sería una muerte segura para miles de ciudadanos.

Mariano Ra…; Pedro San…; Albert Ri… y Pablo Igle… ya no se juegan a partir de hoy la abreviatura de su nombre. Esta vez -admito que unos más que otros- se enfrentan a la desaparición completa de su nombre en todos los informativos, no sólo por el resultado que obtengan, sino especialmente por la capacidad que demuestren para gestionar los votos recibidos. Este país, con más de cuatro millones de parados, un tercio de la población en riesgo de pobreza y una vergonzante corrupción que nos tiene sonrojados diariamente, no se puede permitir el lujo de tener unos dirigentes políticos de los que nada más escuchar sus nombres en un informativo entren ganas de salir corriendo a quitar el volumen del aparato.

Los ciudadanos hemos sido llamados hoy a votar otra vez en unas mismas elecciones. A partir de esta noche es el turno de nuestra clase política, que debe hacer su trabajo antes de que la desafección hacia ellos alcance a la propia democracia. A la posibilidad de que acabe en la abreviatura demo…, me refiero.

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