MARIANO Rajoy es el líder único y todopoderoso del PP. Hasta el momento eso no lo duda nadie. Y no porque no se le haya puesto en duda su capacidad en multitud de ocasiones, sino porque su flotabilidad es innegable y toda su carrera política es la perfecta demostración empírica de ello. Ni Fraga, ni Aznar, ni la crisis, ni Esperanza Aguirre ni nadie ha sido capaz de poner fin a una trayectoria en la que la resistencia es factor clave. Como buen amante del ciclismo, sabe que lo importante es no dejarse vencer por la pájara cuando llega la cuesta sino que lo que hay que hacer es dosificar esfuerzos para llegar a la meta por empinada que sea la rampa. El hombre que habló de hilillos negros en el Prestige, el presidente que se dirigía a los medios a través de una pantalla de plasma, es imperturbable la mayor de las veces. Sólo Pedro Sánchez ha logrado tensarlo, claro que fue cuando lo tachó de indigno utilizando las más indignas técnicas del debate político. Como jugador de póquer o maestro de ajedrez, el registrador de la propiedad no tendría precio.

Ahora que las encuestas barruntan un resultado bastante igualado el próximo día 26, algunos medios vuelen a airear la posibilidad de que Mariano coja la puerta en breve para facilitar un gobierno popular apoyado de una u otra forma por el PSOE. Tal y como ocurriera antes de diciembre, las voces para que el gallego diga adiós renacen más fruto de las ganas de que éste les haga caso que como consecuencia de la posibilidad real de que esto ocurra. Tan es sí que un anuncio publicado en la prensa vasca con el lema Alde dio ayer mucho que hablar. Al parecer la palabra en cuestión es polisémica y puede significar tanto fuera como adelante. (Curioso idioma el euskera, en el que se puede decir una cosa y la contraria con la misma palabra. Así es el nacionalismo).

La dirección de los populares vascos se apresuró a aclarar que alde significa, sin duda, adelante y no perdió ni un segundo en salir a poner sordina sobre una polémica que convertía las redes sociales en lugar para cachondearse del todavía presidente en funciones. Esta campaña es la de la tele y la de las redes sociales y está claro que estas salidas de tono sólo pueden contribuir a echarle más pimienta al patio de vecinos virtual en el que cada vez más está convertido este país.

Uno, que no es vasco y se limita a chamullar como puede su idioma, tiene claro que a Mariano Rajoy la polémica del "alde" no es que le dé igual, es que hasta puede gustarle. Vamos, que va con su carácter. Con esa condición de gallego impenitente que tiene y en la que da igual que Rajoy alde o no alde. Porque, como dice el chiste, Mariano es de los que camina por las escaleras de espaldas por si acaso alguien osa preguntarle si sube o baja. Rajoy ni sube ni baja, ni alde ni no alde. Rajoy es Rajoy y como su reino no es de este mundo ni viene ni se va. Él es así y hará lo que le dé la gana. Que para eso lleva 30 años en esto y no parece que le haya ido mal. ¿O no?