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La otra crónica

La campaña transversal

  • Errejón ha aplicado la transversalidad a la 'nueva' política, Pedro Sánchez le ha dado actualidad con sus intentos de "mestizaje" y todos los partidos la practican buscando el voto o el veto.

HASTA la campaña del 26-J, siempre había pensado que el gran misterio de las alcachofas era lo complicado que ponen el maridaje: les aseguro que llevo años tanteando todo tipo de blancos, tintos y rosados con un resultado más que mediocre. Ahora ya sé que tienen un valor muy superior: emocionar. Un campo de alcachofas en Tudela puede cortar la respiración. Mariano Rajoy lo experimentó esta semana justo un día después de claudicar en Granada ante los deliciosos helados de Los Italianos que hace seis años cautivaron a la primera dama Michelle Obama y comprobar en primera persona por qué Clinton sentenció que el atardecer desde el Mirador de San Nicolás es el "más bello del mundo" [lo cierto es que no está muy claro si así lo dijo, lo balbuceó o lo pensó...]

En un campo, pero de aguacates, creo que he llegado a intuir el verdadero sentido de lo transversal. Aunque la paternidad y aplicación del concepto a la nueva política se atribuye al número 2 de Podemos como discípulo de Laclau, la verdadera actualidad del término se la debemos a Pedro Sánchez con sus titánicos esfuerzos de "mestizaje" para sumar a morados y naranjas a su fracasado plan de investidura y de gobierno. A partir de ahí todos los partidos no han dejado de practicar la transversalidad desde que el 20 de diciembre los españoles sentenciamos que se había acabado el bipartidismo.

Todos menos el PP. Y no porque no quieran sino porque no encuentran con quién. Mariano Rajoy lleva seis meses defendiendo la "gran coalición" con un voto moderado transversal entre la izquierda y la derecha que conectara a los dos grandes partidos constitucionales para "terminar el camino emprendido" y "consolidar la recuperación económica". El 'no' severo socialista ha impedido que se produzca un solo intento de negociación. Ni el líder del PP se ha esforzado -el liderazgo y la capacidad de convicción tampoco son su fuerte- ni el candidato del PSOE ha dejado una mínima rendija para explorar.

En el ecuador de la campaña, PP y PSOE sí han llegado a la convicción de que lo ideal es que "gobierne la mayoría", pero con unos matices insuperables sobre lo que realmente significa respetar la voluntad de los ciudadanos. Los discursos, y la acción, enterrados en retórica: puede ser la lista que resulte más votada el 26-J y puede ser también el partido que logre una mayor representación en el Congreso a través de la política de pactos. A continuación, las disquisiciones se pierden en qué es una mayoría y cuándo fijamos que hay una mayoría "suficiente" para gobernar y para que te dejen gobernar.

Lo que Ciudadanos ha instaurado en estos días es la transversalidad del veto. Aunque Albert Rivera siempre dijo que su partido no iba a organizarle las primarias al PP, ha cambiado de idea -aquí también- y su último órdago no sólo impone la retirada de Rajoy sino que es él quien señala con el dedo al sucesor: Cristina Cifuentes, Núñez Feijóo o Pablo Casado. El veto lo extiende a Dolores de Cospedal y a Soraya Sáenz de Santamaría -seguramente en este caso para despistar y dejar margen para ceder- y dibuja un escenario endiablado en el que de nada serviría su alianza con el PSOE si siguen necesitando a Podemos para gobernar. El veto a Pablo Iglesias se ha convertido ya en un infranqueable muro, los ataques han subido de tono y ni siquiera la televisión con su buen rollo personal mitiga el desencuentro.

En la cancha de juego socialista se une todo: la transversalidad del voto que busca Pedro Sánchez experimentando cualquier opción -y a cualquier precio- que no lo borre del mapa político y la transversalidad del veto que imponen los barones pensando más en el eclipse del propio Partido Socialista y en la ofensiva de la izquierda caníbal.

Podemos son los más enigmáticos. Su transversalidad conecta con el realismo mágico. Son todo y nada a la vez. Lo suyo es transfiguración. Son la voz de la gente sin etiquetas ideológicas del mismo modo que un día se declaran bolivarianos, otro peronistas y otro la salvación de la socialdemocracia. Conjuran el ninguneo de la Ley D`hont aliándose con la izquierda y hasta consiguen integrar a los comunistas -con su valiosa implantación en las zonas rurales- sin que les deje de funcionar su campaña contra la "casta".

La clave del misterio podemita creo descubrirla en un campo. Llegamos ya a mi finca de aguacates... El partido de Pablo Iglesias tiene alma hermafrodita. La naturaleza es sorprendentemente sabia. Para adaptarse, para no extinguirse, para mutar, para sobrevivir. Como ellos… Me explican en una visita de trabajo a una plantación andaluza de aguacates que las flores de estos caribeños árboles frutales son macho por la mañana y hembra por la tarde -o al revés- y, sin que se sepa muy bien cómo, todos se ponen de acuerdo para florecer en la misma fase en días alternos para facilitar la polinización. Pistilos abiertos o cerrados según convenga. Como el partido morado que ya ha dejado de ser morado para volverse multicolor... ¿A eso se refiere Errejón cuando dice que han "podemizado" España y "españolizado" Podemos?

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