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El descreído

luis J. Pérez / bustamante

Si le dan otra se lleva la absoluta

La noche del 20 de diciembre, Mariano Rajoy salió ante los medios para ofrecerle al PSOE y a Ciudadanos un acuerdo de Gobierno a tres lo más rápido posible. Sabía que no le iba a salir, pero su condición de superviviente de la política le mantenía el convencimiento de que si tenía que ir a las urnas de nuevo lo haría ganando por la puerta grande. De un lado, porque ha pasado seis meses repitiendo la misma cantinela de responsablidad y altura de miras. De otro, porque la estrategia de polarización mantenida en estos meses le ha dado un resultado espectacular. Nadie, ni él mismo, podía imaginarse que de las urnas de ayer saldría el resultado con el que desayunamos hoy. El líder del PP sale de este envite más fortalecido que de su primera mayoría absoluta, pues demostrado queda que a los ciudadanos les tira más la seguridad que los escándalos. A partir de esta mañana podrá sentarse a negociar con quien quiera con la certeza de que quien le pida su cabeza como trofeo para que gobierne el PP estará rozando el ridículo más espantoso. Sólo el gallego ha sido capaz de crecer en votos y en diputados, mientras que todos sus rivales han visto caer sus apoyos, unos con más estrépito que otros. Es el triunfo del hombre tranquilo, del dirigente que no levanta la voz en los mítines, del registrador de la propiedad grisáceo y, sobre todo, del político paciente. En política, habitualmente ninguna de estas características sería considerada una virtud especialmente destacable, pero el gallego ha demostrado que se puede noquear al contrincante siendo más viejo, más lento, más feo y más aburrido. Basta con tener las cosas claras, la casa más o menos organizada y el patio recogido. Ahora toca ver si estas características serán suficientes para evitar un tercer envite electoral que nadie entendería y que, a este paso, podría dejar a Rajoy al borde de la absoluta. ¿Lo veremos? Ojalá no.

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