La nube de polvo que acompaña al simpecado de la Hermandad de Huelva avisaba de la llegada de los peregrinos. En masa cruzaban de una pista forestal a otra por medio de la A-494, entre Mazagón y Moguer. Carretas, carriolas y muchos caballistas se acercaban a Las Posadillas, lugar en que la corporación onubense haría el sesteo al filo de las cinco de la tarde.
Sillas y mesas con mantel contrastaban con peregrinos tumbados en la sombra. Caballos y mulas también descansaban entre los árboles. El calor reinante, que ha marcado el camino de las más de cien hermandades filiales, era el tema de conversación mientras las fiambreras y las neveras se abrían en cada rincón.
El volumen de esta hermandad hacía que varias hectáreas fueran ocupadas por romeros y curiosos que no quisieron perderse el paso de las coloridas y adornadas carriolas. Éstas, con distintos enganches, formaban una larga caravana que sobrepasaba con amplitud la hora de paso por los pinares.
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