Eli García Villalón

En 2012 empeoró fuertemente la salud de las empresas españolas. Desde que comenzara la crisis en 2007, fue el peor año con creces. Y es que los beneficios de las compañías se desplomaron como jamás lo habían hecho. Sólo hasta septiembre, ganaron menos de la mitad que un ejercicio antes por la anémica situación de la economía nacional y la pérdida de actividad, según datos del Banco de España.

Los despidos y la congelación salarial no sirvieron para que las compañías remontaran el vuelo. Pese a que más del 60% de las enseñas redujo su volumen de trabajadores y los sueldos de los que no perdieron el empleo se congelaron, los resultados no se libraron de la tijera. Su alto nivel de endeudamiento, la atonía de la demanda interna con una disminución del consumo público y privado, un PIB en descenso y la persistencia de las turbulencias financieras llevaron a muchas a la asfixia.

Factores a los que se sumó la compleja situación que tuvo que afrontar el sector financiero. No hay que olvidar que las fuertes provisiones que los bancos tuvieron que destinar a sanear los activos ligados al ladrillo -exigidas por los dos últimos reales decretos aprobados por el Gobierno de Mariano Rajoy- hundieron sus resultados del orden de un 50% hasta septiembre, según datos de la Asociación Española de Banca (AEB).

Sólo se libraron del sufrimiento las compañías ligadas a sectores de consumo básico y aquéllas que se agarraron al sector exterior para sobrevivir. El esfuerzo realizado por muchas en su expansión internacional fue fundamental para mitigar los efectos en sus cuentas de la recesión española. Como muestra, dos botones. Según un estudio de Bolsas y Mercados Españoles (BME) con datos del primer semestre del año 2012, la facturación que provino de otros países superó el 75% de los ingresos en una de cada cuatro empresas cotizadas. Y entre las que no estaban en Bolsa, el comercio exterior también experimentó una considerable mejoría, de forma que un tercio de su actividad se explicó por las exportaciones.