Valls viene

¿Qué gestión haría Valls tirando de su experiencia y del efecto rebote del prestigio perdido de la Ciudad Condal?

Los que me conozcan poco no sospecharán más intención en el título de este artículo que la de hacerme eco de que Manuel Valls, el ex primer ministro de Francia, quizá presente su candidatura por Ciudadanos a la alcaldía de Barcelona. Los que me conozcan un poco, sabrán que, junto al eco, intento, fiel a mi querencia, evocar un vals vienés, forzando la mano.

No porque Valls venga de Viena, que viene de París, sino por el gusto de sugerir un aire europeísta a más no poder, que es lo que traería a España el hipotético candidato ciudadano. Traería, además, unos acordes deliciosos.

Sueño, confieso, con los giros elegantes que supondría esa candidatura. Veámosla bailar. Un, dos, tres; un, dos, tres; un, dos, tres…

Uno. Nada menos nacionalista que presentar a un ciudadano francés a la alcaldía de una ciudad española. Contra catetez, cosmopolitismo. Además, dos, lo francés apabulla al nacionalista catalán, que tiende a mirar por encima del hombro hacia el sur, pero no a su vecino del norte, eh. Jugada maestra, como dicen. Tres: la experiencia política de Valls es incomparable. Viene de haber gobernado una de las potencias mundiales, ahí es nada. A ver quién le sopla.

Uno. Otro giro. Valls viene del socialismo francés, pero cayó en sus primarias por el intento de centrarlo, precisamente. Ciudadanos vería reforzada su ejecutoria de nobleza socialdemócrata pasada por una revisión de realismo liberal. Dos. Siendo hijo de emigrantes, si vuelve a Barcelona a enfrentarse con el nacionalismo, también regresa a su madre patria. De modo que los que somos más patriotas sentimos que "recuperamos" a un español que habíamos perdido. Eso está ahí, en el fondo, reforzando, tres, el delicioso cabreo de los nacionalistas.

Uno, de nuevo: si no hay un giro inesperado de los acontecimientos, si todo sigue el ritmo, ganaría. Tiene a su favor la inercia positiva de Ciudadanos. Dos: daría media vuelta a la internacionalización del conflicto, con toda Francia atenta a lo que ocurra y el europeísmo mundial (digamos) ilusionado. Tres, ¿qué gestión no haría Valls en Barcelona, tirando de su experiencia, de su proyección y del efecto rebote del prestigio perdido y recuperado de la Ciudad Condal?

Reconozco que mi juego de palabras está un poco forzado, pero reconózcanme que, si al final Valls viene, sonaría otra música, dicho sea con el máximo respeto a Manolo Escobar, por supuesto, y a las sardanas.

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