Presentes sucesiones

La movilización social está a punto de coger a Susana Díaz con las manos en la masa (hereditaria)

Susana Díaz ha tenido un gesto comprensible, pero histérico, porque nos deja verla con las manos en la masa (hereditaria). Ha querido renunciar, como tantos de los ciudadanos de Andalucía a sus herencias, al Impuesto de Sucesiones. No es el primer movimiento nervioso que hace alrededor de ese impuesto. La Junta de Andalucía ha activado una campaña de publicidad muy agresiva encaminada a convencernos de que no es para tanto. A la vez y en franca contradicción, se ha pedido al gobierno central que prohíba que otras comunidades lo bajen. Como no tenía bastante con tal paradoja, ahora, como digo, la metáfora: Susana dispuesta a renunciar a las herencias.

Demuestra lo que nadie le niega: instinto de supervivencia política. El rechazo social al impuesto de sucesiones está alcanzando cotas de indignación popular. No me extraña. Gonzalo Altozano ha venido desde Madrid a rodar un documental sobre el particular y cuenta casos espeluznantes. Que castigan, como siempre, a los más humildes. Quien puede, se hace refugiado fiscal y busca asilo tributario en comunidades más benévolas. El éxodo asciende a más de 40.000 andaluces al año. Por otro lado, las herencias a las que tienen que renunciar tantos, salen a subasta pública y las compran los ricos, o sea, ésos que la demagogia dice que soportan el peso de la recaudación. Como explica Daniel Lacalle, en una sociedad como la española, donde el ahorro se concentra en la vivienda, la bola que se organiza en las familias de clase media es de aúpa: indigerible. Del catastro a la catástrofe. Hay que pagar muchísimo impuesto de sucesiones sin liquidez para hacerlo.

La rebelión fiscal es rara, porque tragamos con casi todo lo que nos echen (o nos quiten), pero cuando se produce es temible. La independencia de todos unos Estados Unidos empezó con el motín del té por un quítame allá esos aranceles. Así comenzó el constitucionalismo con la Carta Magna inglesa. Las revueltas catalanas más vivas del siglo XIX fueron contra impuestos y, por eso, el nacionalismo acuña ahora lo de que España les roba, cuando el robo es un producto autóctono y hasta exportable. Incluso hay historiadores liberales que sostienen que el inicio de la Reconquista, en Covadonga, tuvo también su motivación fiscal. El impuesto de sucesiones, como Susana no se lo sacuda enseguida, puede dejarnos como legado una protesta vivísima. Y ella se lo ve venir, inexorablemente.

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