Turró acierta

Al participar en elecciones, los independentistas se cargan de legitimidad contra la legalidad

Al enemigo ni agua, pero sí la razón que tenga. En parte porque la verdad, la diga quien la diga, es invencible. Se me traspapeló, sin embargo, darle toda la razón al independentista Joan Turró, cuando hace unas dos semanas decía en la radio que le parecía muy incoherente que pudiese ir en el programa electoral de un partido la consecución a toda costa de la independencia y que, una vez votado ese programa, no pudiese ese partido ni defenderla ni promoverla. "Si lo han podido votar, ahora como no va a defenderlo", clamaba el nacionalista. Correcto.

Justo por eso, en los dos países de nuestro entorno, sin contar con Marruecos, con el que a estos efectos también podría contarse, es ilegal que partidos que promueven la secesión se presenten a las elecciones. Ni en Francia ni en Portugal. Y nadie negará (y menos ahora, que Francia es de extremo centro y que Portugal es de perfectas izquierdas) sus credenciales democráticas.

¿Por qué en España, en cambio, no sólo pueden presentarse a las elecciones, sino que los partidos de ámbito nacional les ríen las gracias y pactan con ellos a las primeras de cambio? Hay múltiples razones históricas y políticas, pero también ocurre que en España nadie se toma en serio los programas electorales. Si fuesen considerados como un contrato con los votantes, lo mínimo sería comprobar si los términos de ese negocio jurídico público cumplen los requisitos de legalidad. Por participar en unas elecciones y ser votados, se les confiere una legitimidad que no debería ir en contra del ordenamiento vigente.

Como digo, se me había traspapelado esta idea de Turró, mi aplauso y extraer la consecuencia lógica; pero me lo recuerdan las declaraciones de Francesc Hohm: "Hemos declarado la guerra democrática a España y tenemos la oportunidad de ganarla". Este señor que ha declarado la guerra a España ha sido diputado en la sede de la soberanía nacional hasta ayer, con un programa que, en efecto, mostraba una beligerancia total, "sin terceras vías", como precisa él, a nuestra nación. Creo, con Turró, que poner el tamiz de la legalidad antes de las urnas sería más razonable, si no queremos encontrarnos luego con estos esperpentos crecidos o el de los obispos catalanes o con unos libros de texto incendiarios. Ni la palabra "guerra" es una broma ni mezclar fe con política ni manipular la enseñanza. Vamos inconscientemente por una pendiente muy peligrosa.

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