El índice

Ponerse melodramático con los índices de lectura puede resultar contraproducente para la literatura

El informe del Gremio de Editores ha dejado cabizbajo al mundo de la cultura. Hay un 35% de españoles que jamás abre un libro. Mi primera reacción me la pisó José Antonio Montano: teniendo en cuenta lo que suele leerse, eso que salen ganando los que se libran.

No es una boutade a bote pronto. Auden explicó que es asombrosa la cantidad de literatura secundaria que el cine hace innecesaria, y la poesía mediocre que nos evitan las letras de las canciones. La inmensa mayoría de los que no tocan libro son audenianos recalcitrantes, ahí donde los vemos. El fenómeno de las series de televisión es una réplica de los folletines decimonónicos: idénticas técnicas narrativas y la misma ansiedad consumista del público. Incluso, la posibilidad, también, de que, entre tanta masa, se encuentren gemas, como Dickens y Dostoievski, porque la esperanza es lo último que se pierde.

Nuestra necesidad de ficción puede suplirla la televisión en tantos casos; y la de pensamiento y argumentación la remedian muchos con las tertulias de radio o con twitter, en vez de con un ensayo. Y así. Ponerse melodramáticos es como alertar de un peligro de hambruna porque mucha gente come con las manos. Son más finos los cubiertos, desde luego, pero con las manos puede comerse comida basura, que, aunque bastante peor, alimenta, y también los espárragos, e incluso marisco de vez en cuando.

Por otra parte, mostrar tanta preocupación y desencanto, aunque en el caso de los editores se entiende, porque viven de vender, es una ofensa a la literatura de verdad. Uno no va llorando porque no todo el mundo aprecie en lo que vale al jamón ibérico o al ya mentado marisco. Hay un aforismo de Nicolás Gómez Dávila que viene al pelo: "La incertidumbre es quisquillosa". Ese afán propagandístico de la lectura, ¿no demuestra inseguridad? Como mínimo, todo el tiempo de hacer tantas declaraciones de intenciones a favor de la lectura, se lo quitan de leer.

A los lectores nos pasa como a los judíos, según Leo Perutz en La noche, bajo el puente de piedra: "Nosotros, los judíos perdemos al morir más que los demás, pues ¿qué es lo que saben los demás del dulce placer que sentimos al adentrarnos en los libros sagrados?". Los libros buenos y auténticos son sagrados para nosotros, y el placer es tan intenso que casi nada puede estropearlo. Una campaña de promoción de la lectura, sí, y, en vista del índice, amenazan con varias. Ay.

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