Las opiniones expresadas en público y libremente, como las que me dispongo a exponer, a unos les parecerán más acertadas y a otros más discutibles; a unos elegantes y a otros soeces, y si acaso me inclinara por recurrir a la ironía, a la sátira o el sarcasmo, es probable que unos las aprobaran por ingeniosas y a otros les parecieran deleznables por inconvenientes, soeces o de mal gusto, pero en ningún caso deberían acarrearme un reproche penal, porque la libertad de expresión, lo he mantenido frecuentemente, debe ir más allá de amparar aquello que nos parece bien (es de perogrullo); también, o especialmente, debe amparar todo aquello con lo que no estemos de acuerdo, aquello que nos soliviante e incluso que nos repugne.

Lo ilustraré con un ejemplo que, dados los tiempos que corren, podría salirme caro. Ayer recibí de un amigo a través de whatsapp el siguiente texto, a propósito de la ola de frío que estamos sufriendo: "Acabo de hablar con un amigo que está viviendo en Teruel. Me comenta que no para de nevar (lleva casi dos días), que la temperatura ha bajado a -15 y que el viento del norte alcanza ráfagas de hasta 120 km/hora. Están casi aislados y me dice que su mujer no ha hecho otra cosa en todo el día que mirar por la ventana de la cocina. Me asegura que si el tiempo sigue empeorando, no le va a quedar más remedio que dejarla entrar". Confieso que no pude evitar sonreír, y que igualmente lo habría hecho si el mensaje me lo hubiera enviado una amiga o si hubiera sido la esposa la que sopesara la posibilidad de dejar entrar al marido, en caso, eso sí, de que la situación meteorológica siguiera empeorando. Pero el hecho de que lo publique aquí tal vez podría ser considerado por un fiscal particularmente aleccionado como una apología de la violencia de género. Aunque en ese caso, dónde quedaría el espacio para el humor y la sana ironía, me pregunto.

Ayer se consumó un episodio más de la caza de brujas que se impulsa desde el Gobierno contra los atrevidos que expresan su opinión, sea esta conveniente, irónica, elegante, soez, satírica o de mal gusto, especialmente cuando se adentran en el proceloso asunto del terrorismo, esa trinchera que tanto rédito electoral ha dado al PP. Me refiero a la condena a un año de prisión a César Strawberry, líder de la banda Def Con Dos, y que viene a dar una vuelta de tuerca más en la criminalización de la sátira emprendida por la cruzada popular. Archivado el caso en primera instancia y posteriormente en la AN, finalmente el TS, el más politizado de los tres tribunales que han visto el caso, considera a Strawberry culpable de los delitos de enaltecimiento del terrorismo y humillación a las víctimas.

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