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Inma López Silva. Escritora

"Por la bondad oficial pueden colarse muchos monstruos"

"Por la bondad oficial pueden colarse muchos monstruos"

"Por la bondad oficial pueden colarse muchos monstruos" / Óscar martínEz

-No hay muchas novelas, o no puedo recordar, que transcurran en una cárcel de mujeres.

-Pues es algo que no pensé en un principio, pero es cierto que cuando empecé a documentarme para Los días iguales de cuando fuimos malas no encontré nada. Aunque el situar la acción en ámbito presidiario vino dado por los temas que quería tratar: el mal y la libertad, tan a menudo trabados con historias de mujeres (la mujer es mala, tradicionalmente, y tradicionalmente también, tampoco es libre). Me pareció que un módulo de mujeres era el espacio idóneo para esto. A partir de ahí, me quedé prendada del mundo de las cárceles, por una cuestión también de justicia social: estar en la cárcel no te convierte automáticamente en malo, eso no es intrínseco a la comisión del delito.

Se habla mucho de la dispersión de los presos de ETA, pero apenas de la de las madres en las cárceles"

-Ha habido pues mucho de investigación directa...

-Cuando tomé la decisión de escribir la novela, hice un llamamiento entre amigos por si conocían a internos. Y me entrevisté con varios ex presidiarios, todos hombres, todos condenados por delitos muy duros. Que fueran hombres me permitió decidir un enfoque que intenté mantener: que el sexo no tiene nada que ver con el sentimiento de culpa. Y ha sido fundamental el libro de Mercedes Gallizo, ex directora de Instituciones Penitenciarias, con cartas de internos. Y luego, por casualidad y durante el proceso de escritura, un interno de A Lama me contactó porque le apetecía tener mis libros en el club de lectura, que fuera a dar una charla, etc., e iniciamos una amistad epistolar.

-¿De dónde salen los personajes?

-Las protagonistas están basadas en historias reales. Recuerdo que cuando salió el caso de sor María, por ejemplo, pensé "esta mujer seguro que no llega a la cárcel". Y desde luego no llegó, porque se murió. Sor Mercedes es el producto de pensar qué hubiera pasado. Su existencia es fruto de nuestra tendencia a aceptar que hay personas e instituciones a las que se atribuye la potestad para determinar qué es lo bueno y qué es lo malo. El oficialmente bueno puede decidir en mi vida. Por ahí se cuelan muchos monstruos. Hay un punto de responsabilidad sobre todo eso porque realmente ahí está el relativismo del bien y el mal.

-¿Qué es lo que más le ha sorprendido investigando este otro lado?

-Eso que intuía y que he corroborado, que el bien y el mal no son valores absolutos. La hipocresía dominante hace que escondamos aquello de lo que nos avergonzamos, y que pensemos, además, que el mundo del delito es algo muy lejano. No queremos ver la posibilidad de que un error garrafal te puede llevar allí, víctima de ti mismo en la mayor parte de las ocasiones, víctima de la pobreza, del dolor, de la desestructuración.

-Pero el sistema penitenciario no parece pensado para la inclusión, sino precisamente para la escisión.

-Es algo a lo que no le veo solución posible con declaraciones de políticos diciendo que cómo los presos van a tener piscina. No sabemos lo terrible que puede llegar a ser una cárcel: te anula como persona, que es algo peor que la muerte. La solución no es precisamente esconder lo que no sabes manejar. Yo creo en la redención humana a pesar de haber visto delitos terribles. Para la reinserción real habría que invertir una cantidad de recursos tremendos, y educar, educar, educar, pero tampoco hay disposición.

-Leyendo Los días iguales... se entiende que a sus protagonistas las ha llevado a prisión su condición de mujeres y el no tener herramientas para defenderse.

-Sus casos están muy ligados a su género, aunque ni siquiera sean muy conscientes de lo que hacen y, a veces, ni de lo que les han hecho. Han asumido como parte de su personalidad algo que no tenía por qué ser genético. El hecho de estar en la cárcel también las priva de sus respectivos contextos.

-En todas se ve la maternidad como algo clave, que define sus vidas.

-En ese contexto feminizado, el hecho de la maternidad cobra especial protagonismo. En la cárcel, la separación de los tuyos, de quienes te aman hagas lo que hagas, es una condena sobre la condena. Mercedes Gallizo hablaba de esas madres que recorren distancias extremas para estar un rato con su hijos y demostrar que los siguen queriendo. Se habla mucho de la dispersión de los presos de ETA, pero apenas de la dispersión de las madres en las cárceles, que tienen unos derechos que no se cumplen por pura falta de recursos, porque las medidas que se aplican -como los módulos de madres o las viviendas conjuntas- son claramente insuficientes.

-"Las peores personas que he conocido -dice la narradora- no están en la cárcel".

-Creo que el mal es cuando dañas a otro y eres consciente de que lo que haces provoca un daño irremediable. Esa realidad tan clara, sin embargo, no siempre computa como delito, porque depende de la vulnerabilidad de cada uno. Hay seres que son objetivamente vulnerables, como los niños, pero hay otros que no son fáciles de situar en el Código Penal. Es un error vincular delito y maldad porque nos conduce al prejuicio de que cualquier delincuente es malo y cualquier banquero, bueno.

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