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mario iceta gavicagogeascoa. obispo de bilbao, médico

"No se puede frivolizar con un embarazo no deseado"

-¿Qué marcó su vocación?

-Una visita a la Semana Santa de Córdoba. Estaba en cuarto de carrera, compartiendo un piso de estudiantes en Pamplona con otro estudiante de Medicina y dos de Derecho. Uno de ellos me invitó a Córdoba a conocer la Semana Santa. Un Jueves Santo, su padre me presentó al obispo, José Antonio Infantes Florido. El encuentro con él fue decisivo. Decidí estudiar Teología. En 1992 llegué a Córdoba y dos años después me ordené sacerdote en la catedral. Y allí estuve hasta 2008.

-¿Cura rural en Córdoba, urbano en Bilbao?

-Y cinco años en Roma. Fueron 16 años de gracia y alegría. En los pueblos, con poco que te des recibes muchísimo más. En Priego de Córdoba me hicieron hijo adoptivo; en Lucena iniciamos la restauración de un templo. El mismo afecto recogí en Almodóvar del Río. Me identifico más con la vida de pueblo, soy de Guernica. En Bilbao estoy muy a gusto, pero echo de menos la vida parroquial.

-Vuelve a un Bilbao sin Astilleros y con Guggenheim...

-El punto de partida fue un hecho muy luctuoso, las inundaciones de 1983, que fueron terribles. Destruyeron parte de la zona industrial y hubo bastantes muertos. La suerte de Bilbao es que desde entonces hemos tenido excelentes alcaldes. A Iñaki Azkuna, a quien acabamos de enterrar, lo nombraron el mejor alcalde del mundo. Estos alcaldes convirtieron una ciudad fea con mucho tráfico y polución en una villa hermosa con espacios verdes y la mejor arquitectura contemporánea. Una ciudad para vivir y visitar. Los más de trescientos cordobeses que vinieron a mi ordenación en Bilbao se quedaron impresionados.

-En los primeros ochenta el Athletic gana dos Ligas.

-La del 83 yo estaba en Guernica. Tuve un accidente de tráfico y me había roto el fémur por siete partes. Fue el año que el papa Juan Pablo II visitó el País Vasco y lo tuve que ver por televisión. Guernica también se inundó, dos metros de agua en las calles.

-Obispo y médico...

-El de Jerez, José Mazuelos, sevillano, hizo el doctorado en bioética.

-¿Qué dice como médico sobre el aborto?

-Un embarazo no deseado es una situación muy compleja y muy difícil con la que no se puede frivolizar. Hay que apoyar y acompañar a la madre y proteger también la otra vida humana que tiene en su seno. La disyuntiva no es madre o hijo. La madre y el hijo, y la sociedad cuenta con recursos técnicos, sociales y económicos para ejercer esa ayuda y acompañamiento.

-¿Cómo vivió en Córdoba las acciones de ETA en Andalucía?

-Con mucho dolor. No hay ninguna causa de ningún tipo que justifique la eliminación de la vida humana. Jamás el fin justifica los medios. La Iglesia no es un interlocutor político, pero se mueve en un marco ético, un suelo ético en el que la doctrina social de la Iglesia dice que la paz es fruto de la verdad, de la justicia, del amor y de la reconciliación. El Concilio Vaticano II dice que la paz no es simplemente la ausencia de guerra, es algo mucho más profundo.

-¿Una parte de la Iglesia vasca tiene que pedir perdón?

-Pedir perdón es algo muy necesario para todo ser humano, y no sólo como una cuestión religiosa. Siempre hay que pedir perdón por los males cometidos y por las omisiones. En el año 2000, con ocasión del Jubileo, Juan Pablo II pidió perdón por todos los pecados cometidos por los hijos e hijas de la Iglesia. Si alguien se siente ofendido o la Iglesia no ha estado a la altura, siempre se debe pedir perdón.

-¿Qué descubrió antes, el árbol de Guernica o el cuadro de Picasso?

-Yo crecí a dos pasos del árbol y he asistido a misa en la actual Casa de Juntas cuando era iglesia. La sede del Gobierno vasco era una iglesia juradera, donde se juraban los Fueros. El Guernica de Picasso lo vi estudiando un año en la Autónoma de Madrid.

-¿Cómo es la Semana Santa de Bilbao?

-Austera, modesta. Tiene menos imágenes. El Viernes Santo salen todas. Hay cofradías que tienen cinco siglos de historia.

-¿Es asiduo al Guggenheim?

-Lo visito al menos una vez al año. Es espectacular. Todos los días doy un paseo al anochecer y paso delante del Guggenheim. Soy más asiduo de la obra de otro gran arquitecto, el Metro de Norman Foster. Lo cojo todos los días en mi barrio de Indautxu y me deja a veinte metros de la parroquia y la casa del obispo.

-Sustituyó a "un tal Blázquez" (Arzalluz) que ha llegado a presidente de la Conferencia Episcopal.

-Eso fue fruto del desconocimiento y los prejuicios. Cuando don Ricardo (Blázquez) se fue a Valladolid, valoraron lo mucho que hizo en Bilbao.

-¿Qué médico se ha perdido la sociedad?

-Me hubiera gustado ser traumatólogo, pero no acabé la especialidad. Hice la tesis doctoral sobre bioética en pacientes terminales.

-¿Es cocinilla como buen vasco?

-Me gusta cocinar, pero en Masterchef me iban a echar muy pronto. Más que la comida, es un pretexto para el encuentro, la fiesta, la charla. Cuando estuve en Roma, allí tomar café es tomar café. Aquí es un pretexto para estar juntos.

-¿Qué le conmueve del Dios de Unamuno?

-La búsqueda de Dios, la sed de Dios. Dice San Agustín que buscar a Dios es encontrarlo.

-¿Simultaneó la medicina y el sacerdocio?

-Recién ordenado párroco de Priego de Córdoba, como era médico, veía una media de sesenta enfermos a domicilio. Llegaba vestido de cura y las familias se asustaban, pensaban que venía a darle el pasaporte y los santos óleos. A todos les chocaba, menos al enfermo. Qué importante es una palabra para él. Yo tuve un pólipo en la cuerda vocal y estuve unos días hospitalizado. Comprobé la soledad del enfermo. Están las enfermeras, los médicos, los familiares, pero en el momento de la verdad estás solo.

-¿Confesaba al enfermo?

-Los documentos de la Iglesia sobre medicina hablan muy poco de fe y muy poco de Dios.

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