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José garcía Mateos. Profesor y subcampeón del mundo de oratoria

"Las réplicas de Rajoy son tremendamente buenas"

"Las réplicas de Rajoy son tremendamente buenas"

"Las réplicas de Rajoy son tremendamente buenas" / manuel aranda

-¿Por qué la oratoria?

-Me di cuenta de que era lo mío porque, cuando llegué a estudiar a Madrid, por mi acento no se me entendía del todo bien y tenía muchos miedos a la hora de hablar en público. Los miedos pasaron a ser nervios y los nervios, a placer absoluto a la hora de hablar en público. Si puedo ayudar a la gente a quitarse esos miedos, porque yo lo he conseguido, pues es lo mejor que podía hacer. La oratoria para mí es el vehículo por el que transmitimos más sentimientos y con mayor poder. La oratoria no es retórica, es un ejercicio con el que podemos conseguir todo lo que queramos. No ser capaz de transmitir crea una gran frustración. También me gusta escribir, otra manera de enriquecer mi vocabulario. Las redes sociales sí que nos roban hoy un poco de tiempo, de conocimiento. La oratoria es un vehículo de sabiduría.

-¿Cómo llegó a ser subcampeón del mundo de oratoria?

-Fue en Venezuela y me abrió muchas puertas. Vi una posibilidad y ahora es lo único que hago. Este campeonato mundial es como el Parlamento británico, con Cámara Alta y Baja. Yo fui como juez y dentro del torneo hay uno individual. Me propusieron participar. Consistía en preparar un discurso de cinco minutos en cinco minutos. Por sorteo sacabas un tema y a mí me tocó en la final la frase "no importa el tiempo que duren las cosas, sino la huella que dejes" Quedé subcampeón y la campeona me ganó con todas las de la ley. Era buenísima.

-¿Fueron cinco minutos eternos?

-No, son muy poquitos. Al principio te ganas al público con el exordio y el final también es muy potente. Marcas tres o cuatro palabras que sabes que puedes desarrollar. En este caso utilicé las críticas que había hacia el Gobierno de Chávez en aquel tiempo ante un público muy poco chavista. Gané muchos adeptos. En nuestra profesión analizamos mucho a quienes nos escuchan.

-¿Cómo andan nuestros políticos de oratoria?

-En España los políticos no pueden presumir de oratoria. Criticamos mucho al presidente del Gobierno por su falta de carisma, pero la realidad es que si escuchamos los discursos de réplica de Rajoy son tremendamente buenos, aunque les falta algo. Por ejemplo, Inés Arrimadas con su discurso del corazoncito, pues era algo que se echaba mucho de menos en España. También se critica a Rufián por lo que dice, pero consigue lo que quiere, porque saca de sus casillas a Rajoy, a Cospedal, a Sáenz de Santamaría... La potencia de su oratoria es conseguir lo que quiere y utiliza además muchos recursos. Pablo Iglesias es el ejemplo más grande de esta época, es un tremendo adulador de masas, sabe lo que la gente quiere escuchar. Eso es de buen orador. Ahora se enfada mucho más que antes. Hoy hay otro Pablo Iglesias.

-¿Qué lugar ocupa la mentira en la oratoria?

-Más que la mentira es la falacia. Los errores del lenguaje como "esto es así porque se ha hecho siempre" o "es así porque lo dice tu madre" son falacias. A veces son ciertas; es decir, puede que esto sea así, pero no porque se ha hecho de toda la vida.

-La oratoria en manos de mentes perversas es muy peligrosa.

-Sí, mucho. Los grandes dictadores han sido grandes oradores. Cuando se convence desde lo pasional y no desde lo racional, tenemos un problema, porque no somos capaces de controlarlo. Yo, a veces, mezclo las dos, pero no soy mala persona (ríe). La oratoria está en el día a día, en una conversación, una cena, enamorar a alguien, describir algo... Podemos además transmitir con las manos, con la mirada, con nuestro cuerpo y eso sí me parece también muy interesante. Y sí se puede hablar con los brazos cruzados porque el tanto por ciento mayor se lo lleva la voz. Ahí está de ejemplo la radio, nadie ve en qué posición está el locutor.

-¿Por qué hay tanto miedo a hablar en público?

-Uno cree que mucho público es capaz de criticar más que una sola persona. Mi trabajo es cambiar los escenarios. Muchos de los errores que cometemos como oradores pasan inadvertidos.

-Dar un discurso delante de usted sí que es un problema.

-No (ríe), es mejor. Me gusta tanto mi profesión que lo valoro todo.

-¿Se pone hoy nervioso aún antes de dar una conferencia?

-Claro. Pero cuando empiezo a hablar soy el más feliz del mundo. Disfruto con que la gente goce con lo que digo. El día que deje de sentirme nervioso dejo mi profesión. Los nervios son necesarios para estar alerta ante lo que pueda ocurrir.

-Usted analizará continuamente a la gente.

-Sí. Y cometo un error: que después de vivir años en Madrid me tengo que adaptar a nuestro acento andaluz, que, ¡ojo!, es maravilloso y con un rico vocabulario. El acento no nos puede parar y tengo que cambiar el chip.

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