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Entrevistas

"No vale todo para lograr un buen dato de audiencia"

-Ha producido un documental sobre su paisano, Caballero Bonald. ¿Por paisano o por convicción?

-Por complicidad. Sólo los poetas que alcanzan la categoría de Caballero Bonald hacen posible el prodigio de que percibamos sus versos como claves personales, contraseñas secretas para acceder a espacios de nuestro propio ser velados por las obviedades cotidianas.

-¿Reconoce la infancia y juventud de Bonald en Jerez con su Jerez?

-Con la salvedad de las décadas que nos separan, recreo leyéndole paisajes y comportamientos de mis paisanos. Bonald repuebla mi memoria. Lo que él vivió, yo lo viví atenuado.

-No es el de Bonald un retrato amable.

-Es que fue como él lo cuenta durante mucho tiempo. El centro de la ciudad estaba reservado para personas con expediente social de alto vuelo. Es magistral cuando habla de la novia de la que estaba tan enamorado y decide sacarla del barrio y pasearla por el centro.

-¿A usted le pasó eso?

-No, eso no, pero sí que notabas las miradas vigilantes cuando pasabas por delante del círculo mercantil.

-Empezó en la comunicación en Jerez, en la radio.

-En los tiempos en que era alcalde Miguel Primo de Rivera, el nieto del dictador. Se podían decir pocas cosas y las que se decían eran entre líneas. No había problemas porque éramos los magos de la autocensura.

-Se marchó. ¿Jerez le asfixiaba, como a Bonald?

-No. Tenía hambre de mundo, que es lo que daba esa edad en la que me marché.

-¿Y encontró ese Madrid de gabardinas grises del que hablaba Gil de Biedma?

-Mucho más colorido no era. Llego en los tiempos del proceso de Burgos y eran tan grises como que a los policías les llamábamos grises.

-¿Qué tal con ellos?

-Muy bien, acabé en Carabanchel.

-¡Como Bonald! Almas gemelas.

-Sí, pero yo estuve quince días más que él entre rejas. Sufrí un arresto sustitutorio, que consistía en que o tenías dinero o pagabas dentro. Me pusieron una fianza de 150.000 pesetas y yo ganaba 5.000. Lo terminó pagando una amiga a escondidas de su marido. Fue un disgusto para una parte de mi familia, un escándalo para los que pertenecían a ese Jerez tan conservador.

-¿Qué delito cometió?

-Todos.

-Concrete, esa respuesta puede llevar a equívocos.

-A ver, era una retahíla de cargos. Yo era delegado de Ciencias Políticas en una asamblea organizada porque habían detenido a unos compañeros de universidad. Queríamos boicotear los exámenes. En tiempos de Carrero eso se hacía mucho. Me detuvieron a punto de pistola, me quise zafar y eso se consideró desorden público; quise apartar la pistola y eso se consideró agresión a la autoridad y, como era delegado, se me añadió asociación ilícita en grado dirigente.

-Pues sí que era usted un peligro público. ¿Le trataron bien?

-Con toda delicadeza. Recuerdo en especial a uno que no paró de machacarme con una porra que decía que se la habían regalado sus amigos, los artistas italianos, es decir, los fascistas.

-¿Más paralelismos con Bonald?

-Hemos hablado los dos de haber sido víctimas del sevillanismo profesional y mira que hay una diferencia de muchos años entre su estancia y la mía. En el 88, como director de comunicación de la Expo, viví ese comportamiento de autoafirmación y desprecio a lo ajeno. Un reputado columnista me clasificó como jerezano alzado por el Pirulí, lo que consideraba que era una manera de denigrarme. Bonald cuenta que sintió algo parecido.

-Va a trabajar ahora para el canal temático Crimen e Investigación. ¿Atracción especial por los malos?

-Hay muchas clases de malos. Criminales son también los que cometen delitos de guante blanco, los que dejan a la gente sin casas, los delincuentes económicos que provocan sufrimiento. Esos también son criminales y hablaremos de ellos. El crimen no es sólo lo que se asocia a los sucesos.

-Los desaparecidos, por ejemplo. Aquel megaéxito, Quién sabe dónde, marca.

-Nadie recuerda que yo he hecho periodismo político, que cubría el Parlamento, las noticias de la Moncloa...

-Lamentará lo útil que podría ser ese programa ahora con los casos de los bebés robados.

-Lo pienso. Recibí un encargo de Canal Sur y pudimos resolver algunos casos. Con la fuerza de Quién sabe dónde podríamos haber resuelto muchísimos más.

-El periodismo televisivo de Sucesos es uno de los motivos de la mala fama que tenemos los periodistas. ¿No le da un poco de reparo dedicarse a él?

-En absoluto, se trata de cómo se hace. Es material sensible que hay que saber cómo abordar. No se trata tanto de un código ético, sino de una actitud sobre lo que tienes que tratar. Haciéndolo bien podemos hacer bien. Haciéndolo mal, claro, pues no. En cualquier caso, se trata de saber por qué pasan las cosas que pasan.

-Ha trabajado hace años en formato reality. Hizo uno de los primeros Supervivientes. En Francia ha habido muertos en ese programa.

-Yo sólo hacía de presentador. Fue una experiencia, aprendí cosas del oficio y no se puso a nadie en peligro. Los realities tienen que tener sentido de la medida, no todo vale por la audiencia.

-Estalló la burbuja de la producción audiovisual.

-El sector audiovisual lo conozco y lo he sufrido. Me he pasado veinte años de productor asumiendo riesgos y he culminado decenas de proyectos, pero he tenido que dar por acabada esa tarea. La producción independiente ha sido laminada.

-La crisis...

-Claro, la reducción de actividad de las grandes operadoras, el drástico recorte de presupuestos de las cadenas públicas... Sólo grandes productoras asociadas las multinacionales sobrevivirán con sus operadoras satélites. Estamos ante un oligopolio.

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