las claves

PSOE-Podemos, un fallido matrimonio

  • Desunión. No hay nada que haga pensar que hay más posibilidades ahora que hace quince meses para una alianza formal de los dos partidos: es más lo que los separa que lo que los une

PSOE-Podemos, un fallido matrimonio

PSOE-Podemos, un fallido matrimonio

Hace apenas unos meses, aunque parece que fue en la Prehistoria porque la política española actual va muy deprisa, Pedro Sánchez se sintió engañado por Pablo Iglesias cuando, obsesionado el socialista por lograr un pacto de Gobierno con Podemos, concertó una reunión con el líder morado en el Congreso.

Acordaron llegar juntos para que las cámaras recogieran su encuentro, que debía interpretarse como una señal de que querían llegar muy lejos y desalojar a Rajoy de La Moncloa. Al llegar a la puerta del Congreso, Iglesias entregó a Sánchez un libro de baloncesto. No estaba pactado y, contaban quienes asesoraban al socialista, que el secretario general del PSOE de entonces y de ahora se sintió profundamente incómodo. Iglesias no había advertido que llevaría un regalo y él llegó con las manos vacías. Un tanto para el dirigente de Podemos.

Luego hubo más reuniones y Sánchez sacó la conclusión de que el pacto era posible porque Iglesias le dio a entender que no exigiría aquello que había proclamado en una comparecencia que provocó estupor, cuando pidió la Vicepresidencia y las principales carteras ministeriales, además de la dirección general de RTVE. Tras el encuentro del regalo fallido, Sánchez creyó que el pacto no sólo era posible sino que estaba casi hecho. El resultado es conocido: no hubo pacto e Iglesias dijo que nunca había barajado seriamente esa posibilidad, porque jamás apoyaría un acuerdo con Ciudadanos, más otras cosas que a Sánchez lo cogieron con el pie cambiado. Renunció a la segunda investidura y el resultado es conocido.

Tras recuperar la Secretaría General, pretende de nuevo matrimoniar con Iglesias. Han mantenido ya las primeras reuniones. El hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, y no hay más que cambiar impresiones con los de un lado y los del otro para advertir que, de momento, no hay nada que haga pensar que existen más posibilidades que hace 15 meses para una alianza formal entre PSOE y Podemos. Ahora y en las condiciones actuales. En el futuro, ya se verá.

El PSOE sigue roto tras las primarias, aunque algunos perdedores hacen esfuerzos de unidad; otros no y, desde luego, Sánchez ha hecho una limpia que demuestra que aún le puede el rencor. Aun así, en las filas sanchistas no todos están satisfechos con llegar a acuerdos con Podemos. No se fían de Iglesias y no respaldan muchas de sus propuestas, entre ellas la posición respecto al referéndum catalán y el empeño en la moción de censura contra Rajoy.

Sánchez quiere el pacto porque no encuentra el momento de llegar a La Moncloa y está convencido de que un giro del PSOE a la izquierda permitiría recuperar los dos millones largos de votos que se han ido a Podemos. Los detractores creen que el acercamiento provocará la pérdida de votantes de centro, que irían a C's. Pero lo que más preocupa es la falta de confianza en el podemismo.

diferencias de criterio

Sánchez e Iglesias anunciaron que habría trabajo conjunto de alternativa al Gobierno de Rajoy y se presentaría la lista de propuestas. La reunión de las delegaciones finalizó sin calendario de nuevas citas y sin lista de propuestas sobre las que trabajar. Con un ingrediente añadido significativo: a las pocas horas de acabar, la portavoz parlamentaria de Podemos presentó una proposición no de ley sobre becarios sin informar a aquellos con los que había compartido mesa negociadora. Y declaró además que Podemos consideraba que las conversaciones no significaban que cada partido no pudiera presentar sus propias iniciativas.

No habían pasado cinco minutos de las declaraciones de Irene Montero cuando en las filas socialistas se repetía hasta la saciedad el argumento de meses atrás: Podemos no es de fiar, Iglesias no es de fiar, Montero no es de fiar y además su secretario general -contaban en el PSOE- no es líder indiscutible de Podemos, sino que le salen facciones disidentes por los cuatro costados. La luna de miel había durado apenas unas horas.

En el flanco de Podemos tampoco se escuchaban palabras de elogio a Sánchez. Lo más suave era que su rencor a Rajoy era obsesivo y lo llevaba a tomar iniciativas que necesitarían un mínimo de reflexión para presentarlas con garantías de éxito. Decían también que el hecho de no contar con escaño lo estaba llevando a intentar a cualquier precio contar con presencia mediática constante para compensar su falta de papel en el debate parlamentario, una estrategia que un colaborador de Iglesias no dudó en calificar de "suicida" a algunos periodistas.

Ponían el acento en que había ganado la Secretaría General a través de las primarias pero su liderazgo estaba muy cuestionado: el PSOE está profundamente dividido y a la espera de unas nuevas elecciones generales en las que si se confirmara su declive y el rechazo de los votantes al secretario general, obligarían a su relevo.

Es curioso que tanto Podemos como PSOE manejen como arma arrojadiza la falta de unidad del rival, porque son adversarios aunque se supone que intentan sumar fuerzas y alcanzar un pacto de Gobierno. Declaraciones que hacen dirigentes socialistas en privado y de Podemos, sin complejos, en público. Lo que demuestra que no persiguen el matrimonio con el PSOE con el mismo ahínco con el que Sánchez lo busca con Podemos.

el experimento manchego

Una nueva prueba de la debilidad de ese proyecto de coordinación y suma de esfuerzos se ha vivido en Castilla-La Mancha, donde el presidente regional, Emiliano García-Page, se ha visto obligado a un pacto con Podemos porque no conseguía aprobar los Presupuestos, y no tenía más salida que la convocatoria de elecciones, mala salida, o "invitar" a la formación morada a participar en la gestión del Ejecutivo.

En Ferraz mostraron su contrariedad por la forma en que se ha hecho el acuerdo y han obligado a Page a consultar a los militantes en reuniones de las agrupaciones para que avalen ese Gobierno de coalición, el primero entre los dos partidos. En Podemos, la pregunta que han formulado a sus bases demuestra que saben que sólo contarán con el respaldo de los militantes si en la pregunta de la consulta -que parece una tesis más que una cuestión- argumentan que ese pacto significa que el Gobierno manchego hace suyas algunas propuestas del programa de Podemos con las que Page había manifestado discrepancia.

Pulsar los dos partidos lleva a una conclusión muy clara: se trata de un pacto cogido con alfileres, forzado por las circunstancias, que no gusta a Page, ni a Sánchez, ni a Iglesias ni al líder manchego de Podemos, José García Molina, que sería vicepresidente en el nuevo Ejecutivo.

Hace 15 días, los defensores del pacto de la izquierda hablaban de que se produciría más pronto que tarde. Hoy, vistas las discrepancias entre PSOE y Podemos, y las disputas internas en los dos bandos, ese matrimonio parece complicado. Es más lo que los separa que lo que les une. Pero en política nunca se puede decir que jamás se va a producir una situación impensable.

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