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Las Claves

PSOE: queda mucho por hacer

  • El partido está quebrado. Eso sí, con leales de comportamiento ejemplar

EL entusiasmo de muchos contrastaba con las caras largas de otros, y cualquiera que haya conocido los congresos del PSOE desde aquel primero del Meliá Castilla con Olof Palme y Willy Brandt, pasando por el del marxismo y el del retorno de Felipe, advertía que el entusiasmo era manifiestamente mejorable. Con detalles de forma inconcebibles en el congreso de un partido. Desde la hora de retraso para proceder a su inauguración, una falta de respeto a los que aguantaban el calor a pie firme, hasta el hecho de Sánchez hiciera subir al escenario a Cristina Narbona, Adriana Lastra y José Luis Ábalos, el futuro núcleo fuerte del partido, cuando todavía no habían sido elegidos presidenta, vicesecretaria y secretario de organización.

Pasando por colocar a Susana Díaz en la fila once o doce, que no hubiera un reconocimiento a Javier Fernández al que apenas saludaban los pedristas, que Sánchez no abrazara a Rubalcaba delante de los delegados o el gélido saludo a Zapatero. Por no hablar del breve y forzado vídeo en el que Felipe González pedía apoyo al secretario general sin pronunciar su nombre, o que Díaz advirtiera que no podrá estar hoy en la clausura porque tenía algo en París, como si solo hubiera un avión diario a la capital francesa…

Pues eso, que la calidez brillaba por su ausencia y que aquello no parecía el inicio de una ilusionante nueva época sino de una nueva época que hay que aceptar con mucho aguante y disimulando la contrariedad. Los que no respaldaron a Pedro Sánchez como el mejor candidato a la secretaría general, han demostrado una lealtad al partido a prueba de bomba, porque hicieron el esfuerzo de acudir aunque a algunos les costó un triunfo sonreír. Lo que habrá que ver en el futuro inmediato es si Pedro Sánchez está a la altura de ese esfuerzo, de esa prueba de lealtad. Porque, según algún dirigente regional, a los sanchistas no se les va de la boca que Sánchez ha sido elegido a través de un proceso ejemplar de democracia, pero desde que ganó las primarias está imponiendo sus candidatos ante los ya inmediatos congresos regionales: "Llegan con la lista hecha y no aceptan discusión", explicaba ese dirigente que ha visto de todo en el PSOE y siempre encontraba argumentos para mirar el futuro con esperanza.

No se trata de un problema generacional. Había veteranos que aplaudían con pasión y jóvenes -los menos, hay que reconocerlo- que aplaudían lo justo, lo que manda la cortesía en un acto como es el congreso del partido. Y lo más incómodo para los que no votaron a Sánchez, fue ver el entusiasmo con que algunos rodeaban a personas de la cuerda del nuevo secretario general, buscando el beso, el abrazo, el selfie, como si quisieran hacer méritos con personajes desconocidos hace solo un año pero cuya sombre, hoy, puede servir de cobijo.

Sánchez quiere inaugurar una nueva etapa que ponga al PSOE en condiciones de recuperar el ánimo y ganar elecciones. Pero tendrá que dedicar mucho esfuerzo a ganarse la confianza de la familia socialista porque queda mucho por hacer. El PSOE está quebrado. Eso sí, con leales de comportamiento ejemplar.

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