Vicepresidenta, ministra de la presidencia y portavoz

Sáenz de Santamaría, la lealtad infatigable al lado de Rajoy

  • Portavoz del PP en el Congreso durante la última legislatura, era fija en todas las quinielas, una expectativa que Rajoy no ha defraudado.

Soraya Sáenz de Santamaría certifica, con su nombramiento como vicepresidenta del Gobierno, una brillante carrera política iniciada hace tan sólo once años en la que siempre ha permanecido a la vera de Mariano Rajoy, quien reconoce así su lealtad e infatigable capacidad para el trabajo parlamentario. Portavoz del PP en el Congreso durante la última legislatura, era fija en todas las quinielas de ministrables, una expectativa que Rajoy no ha defraudado al designarla además ministra de la Presidencia y portavoz del Ejecutivo, una prueba de que la vallisoletana cuenta con la absoluta confianza del presidente.

Lejos queda, aunque no tanto en términos políticos, aquel día del año 2000 en que Sáenz de Santamaría cogió un autobús con destino a Madrid para entrevistarse con el recientemente fallecido Paco Villar, entonces jefe de Gabinete del vicepresidente Rajoy, que la recibió en La Moncloa y quien la recomendó como colaboradora. Aquella abogada del Estado con plaza en León había enviado a la Vicepresidencia del Gobierno un currículum plagado de méritos que le fueron reconocidos primero con su fichaje como asesora jurídica y después, con el encadenamiento de cargos cada vez más importantes.

Once años después, Rajoy puede presumir de haber sido el padrino político de aquella joven empollona cuya trayectoria ve premiada ahora al recibir la máxima expresión de confianza que cabe dar a un político, en este caso como mano derecha del jefe del Gobierno. ¿Y por qué confía tanto el presidente en ella? Porque tiene las cualidades que él más admira en un servidor público, esto es, discreción, lealtad y una enorme capacidad de trabajo.

Nacida en 1971, siempre ha destacado por este tesón en todas sus responsabilidades, y de ello dan fe aquellos que han trabajado en alguno de sus equipos, sin horarios, siempre infatigable y bajo el máximo nivel de exigencia. Entró en el Parlamento en 2004, para sustituir a Rodrigo Rato, que había dejado su escaño para dirigir el Fondo Monetario Internacional, pero fue en 2006 cuando comenzó a despuntar por sus dotes negociadoras en la ponencia parlamentaria del Estatuto de Cataluña. Acompañada de Federico Trillo, otro de sus valedores, allí tuvo que hacer frente a largas y complejas jornadas de discusiones jurídicas; su valía no pasó desapercibida para sus adversarios.

Tras la derrota del PP en las elecciones de 2008, Rajoy renovó su total confianza en ella al encargarle el delicado puesto de portavoz del grupo parlamentario, una plataforma desde la que ha ejercido de manera implacable su papel, sobre todo en las sesiones de control. Primero tuvo como contrincante a la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega, después a Alfredo Pérez Rubalcaba y, en el último tramo de la legislatura, a Elena Salgado, muchas veces con más expectación y éxito mediático en sus cara a cara que en las preguntas que Rajoy dirigía José Luis Rodríguez Zapatero.

Ante los periodistas, nunca ha dicho una palabra de más ni ha puesto en aprietos a su jefe ni a su partido, porque por muchas preguntas que se le hagan siempre sabe ser cauta, cualidad que le será muy útil al comparecer como portavoz en las ruedas de prensa posteriores a los consejos de ministros. Pese a su tirón mediático, Sáenz de Santamaría procura mantener los pies en tierra, y para ello cuenta con una colaboradora de excepción: su madre, que vive en Valladolid y con la que habla a diario, le proporciona valiosos consejos sobre cómo se ha explicado, bien sea en el hemiciclo o ante las cámaras.

Su extrema seriedad en el trabajo no le impide ofrecer una imagen de simpatía, porque también es extrovertida, buena conversadora -incluso sobre asuntos menores si las circunstancias lo requieren- y nunca le faltan las ganas para divertirse, sobre todo después de una dura jornada parlamentaria. No desaprovecha ocasión para salir a la pista de baile, si hace falta hasta que el cuerpo aguante, como tampoco para improvisar una tertulia ilustrada con unas cañas bien tiradas, a ser posible en el legendario Manolo, el bar de tapas próximo al Congreso más famoso del mundo parlamentario.

La vida personal le ha cambiado recientemente, ya que el pasado 11 de noviembre fue madre de un niño que se llama Iván, como su padre, otro abogado del Estado con el que se casó en Brasil en 2006, en una ceremonia civil que aleja aún más su perfil de la tópica imagen que se adjudica a las mujeres del Partido Popular. Fiel a su compromiso, hizo campaña electoral en avanzado estado de gestación, y cuando habían pasado pocos días del nacimiento de su vástago retornó al trabajo, mientras su marido aprovechó el permiso correspondiente para quedar al cuidado del niño. Fue criticada por ello, pero Soraya Sáenz de Santamaría parece ser una mujer sin complejos.

No los tiene por su baja estatura, que compensa con tacones bien elevados, y sobre la que bromea con humor, ni los demuestra a la hora de afrontar los muchos retos que le plantea la vida política. Como tampoco tiene aversión, al comenzar sus comparecencias ante la prensa, a saludar a "todos" los presentes, evitando el "todos" y "todas" que tanto frecuentan políticos (y políticas) de izquierda. Ahora, gracias a Rajoy, ya es vicepresidenta... y sin complejos.

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