las claves

Sánchez ignora el legado

  • Táctica fallida. El secretario general socialista pincha en hueso en su intento de acercarse a los ex líderes del partido (González, Almunia, Zapatero y Rubalcaba) para exhibir unidad interna

Sánchez ignora el legado

Sánchez ignora el legado

Pedro Sánchez inició la semana con un intento de que se visualizara la unidad inquebrantable del PSOE. Intento fallido. El anuncio del líder socialista de que se iba a inaugurar en marzo una escuela de Gobierno con participación de los ex secretarios generales y dirigentes territoriales destacados se ha quedado en nada tras el episodio Elena Valenciano, que tenía muchas posibilidades de hacerse con la presidencia del Grupo Socialdemócrata (GSD) europeo, el segundo más relevante de la Eurocámara tras el conservador PPE. Ha sido eurodiputada relevante en dos periodos separados por los años en los que formó parte del equipo de Alfredo Pérez Rubalcaba como vicesecretaria general socialista, y en esta última legislatura ha estado muy presente junto a Ramón Jáuregui. Tenía buenas cartas para convertirse en la presidenta del GSD sustituyendo al carismático italiano Pitella, pero le fallaba la principal: el apoyo de la actual dirección de su partido.

Sánchez la vetó con el argumento ridículo de que sólo podría ejercer durante un año porque se acababa le legislatura. No le creyó nadie y su credibilidad quedaba muy disminuida porque si Valenciano no era la elegida, lo sería un alemán, lo que echaba por tierra la imagen de un Sánchez que suele justificar la incomprensión ante algunas de su decisiones con el argumento de que siempre busca la promoción de una mujer. Es lo que dijo, por ejemplo, para explicar lo inexplicable, la falta de respaldo del PSOE a Luis de Guindos para hacerse con la vicepresidencia del Banco Central Europeo. Con el veto a Valenciano, ha demostrado, una vez más, que ni olvida ni perdona: han sido eliminados de la primera fila del partido los que apoyaron en las primarias a Eduardo Madina y a Susana Díaz cuando lucharon contra Sánchez por la Secretaría General. Valenciano fue abanderada de las causas de Madina y Díaz y formó parte del equipo de Javier Fernández durante los meses que presidió la gestora.

Al recuperar el mando tras ganar a Díaz, rodaron cabezas en Ferraz. Sin piedad. No sólo señaló la puerta de salida a socialistas de importante trayectoria, sino también a funcionarios que no habían cometido más pecado que obedecer las instrucciones de quienes no apostaron por él. Entre los que se inclinaron por Díaz se encontraban los cuatro ex líderes del partido: Felipe González, Joaquín Almunia, José Luis Rodríguez Zapatero y Alfredo Pérez Rubalcaba. Los colaboradores de Sánchez explican que sólo Zapatero cuenta con la estima del actual secretario general, pues el ex presidente lo llamó para ponerse a su disposición y decirle que contara con él para todo aquello que fuera necesario. Lo que no hicieron los demás, aunque Sánchez guardó sus recelos para dos, González y Rubalcaba, más activos en su defensa de Díaz, mientras que Almunia tuvo un papel testimonial en la lucha por el poder.

la escabechina

A Sánchez no le tembló la mano para deshacerse de quienes procedían de equipos pasados, empezando por Antonio Hernando, al que no perdonó que siguiera siendo portavoz parlamentario cuando él perdió la Secretaría General. Prescindió de él pese a su larga experiencia y a su prestigio, para nombrar a una diputada que no era militante, Margarita Robles, pero en la que tenía depositada toda su confianza pues pertenecía al escaso grupo de personas que lo habían ayudado en las primarias. Luego fue apartando a quienes apoyaron a Díaz, al punto de que Madina abandonó su escaño y la política.

La actitud de Sánchez provocó un alejamiento total de las personas que habían formado la mejor historia del PSOE, las de los gobiernos de Felipe González y, en algún caso, también de algunos de confianza de Zapatero. José Blanco, por ejemplo, que sin embargo fue quien sentó las bases para que, contra pronóstico, aquel joven economista que había iniciado carrera política en su gabinete fuera lanzado a la candidatura para la Secretaría General del PSOE. Blanco fue el impulsor necesario de Sánchez desde Ferraz, pero hoy apenas habla con el secretario general.

Hecha la limpia, no siempre con éxito pues algunos de los históricos contaban con el respaldo de la militancia -Ximo Puig o Javier Lambán, entre otros-, Sánchez dio un giro total -"He aprendido de los errores cometidos", suele decir- y, además de respaldar a Rajoy en cuestiones de Estado como el independentismo catalán, pensó que era el momento de trabajar por la unidad del partido.

Le gustó comprobar que defender patrióticamente los intereses de España favorecían su imagen, así que por convicción o por conveniencia pensó que el PSOE, y él mismo, saldrían reforzados si sumaba a aquellos que habían sido referentes en el PSOE que ganaba elecciones. Le atraía la idea de contar con González, pero sentía recelo hacia Rubalcaba. Recelo mutuo.

el pasado, pasado está

Hubo intermediarios que buscaron ese acercamiento hasta que finalmente González y Sánchez almorzaron en Madrid. Hablaron de Cataluña, del Gobierno de Rajoy, de la situación del PSOE, de Ciudadanos, de Podemos y del aparente declive del PP, y pusieron las cartas boca arriba. González se mostró dispuesto a colaborar en lo que hiciera falta, aunque lo dijo sin entusiasmo. Sánchez le agradeció la mano tendida pero le hizo la reflexión de que, sin renegar del antes, consideraba que el pasado era pasado. Más claro agua. Sin embargo, Sánchez comprendió que era importante para potenciar el PSOE que se visualizara la unidad interna y surgió la idea de crear una escuela de Gobierno, que Sánchez anunció en una entrevista con Susanna Griso. La imagen de unidad interna estaba lanzada. Pero se anunció sin contar con los protagonistas, los dirigentes del pasado del que tanto recela Pedro Sánchez.

Ábalos llamó a Rubalcaba para que participara como ponente, pero éste le dijo que respondería cuando tuviera más datos sobre qué era exactamente esa escuela. Tampoco González ha confirmado su asistencia, ni Susana Díaz, ni Abel Caballero, el alcalde de Vigo que convocó a los alcaldes socialistas para respaldar a la andaluza antes de las primarias.

En este clima confuso, el caso Valenciano no ayuda a sentar las bases para recuperar la unidad perdida. Unidad que, para que se visualice con cierta credibilidad, pasa por que Sánchez respete a aquellos que formaron parte del pasado y que pueden tener todavía algún papel en el presente.

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