Muelle de las Delicias, sobre el río Guadalquivir, Sevilla. Los lugares no se eligen al azar. No desde luego en el caso del PSOE. Mucho menos si la estrella es Susana Díaz. Porque aunque sobre el papel en el cierre de campaña electoral para las europeas la protagonista debía ser Elena Valenciano, el acto de anoche, al que acudieron unos tres mil militantes y simpatizantes socialistas (según cálculos de los organizadores), estaba hecho a la medida de Susana Díaz. "¿Os acordáis de lo que pasó la última vez que nos vimos aquí? -preguntó retórica sobre el cierre de primarias del PSOE-A del pasado julio en este mismo espacio- Empezó el cambio", señaló mirando de frente a la primera fila . O sea: a los ex presidentes Chaves y a Griñán. También a Rodríguez de la Borbolla.

No quiso Díaz basar su discurso en la manoseada declaración de Cañete. No. Díaz usó el atril para vender las políticas de su Ejecutivo -el plan de construcción sostenible, "la dependencia sostenible", "los récords del SAS" o "los planes de empleo para mis jóvenes"-, censurar las políticas de Mariano Rajoy y erguirse como referente nacional de un partido que sólo saca pecho en Andalucía. Bromeó - "en esta campaña me he dejado la piel... y los kilos" o "no hay que meterse con nadie; si las carabelas no salieron de aquí, no salieron"- y recurrió a esos posesivos que el auditorio agradece con aplausos enfervorecidos: "Quiero una Europa que me devuelva a mis jóvenes a mi tierra, de la que nunca tuvieron que salir".

Para cuando le tocó el turno a Elena Valenciano -"agradecidísima por la campaña puerta a puerta del socialismo andaluz"- su discurso por "un no como una casa para la derecha sumisa de Rajoy con Merkel", cargando "contra la derecha que hace tanto daño al Sur", contra el racismo, las fronteras, por la igualdad de oportunidades, por el "giro a la izquierda para proteger a los trabajadores, a los jóvenes y a las mujeres" y citando la lucha que libraron por la libertad las generaciones anteriores, hacía demasiado frío y era demasiado tarde.