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Una guerra a muerte

  • Aguirre visitó a Aznar para comunicarle su intención de ir en las listas al Congreso

A muerte. Y han quedado mal parados los dos, aunque solo Ruiz- Gallardón ha reconocido públicamente que se encuentra derrotado. Pero también Aguirre sale herida de la contienda, en el entorno de Rajoy se escuchan ácidas críticas contra la presidenta madrileña por poner a Rajoy contra la espada y la pared.

Si él va yo voy, ha repetido la presidenta madrileña hasta la saciedad desde que Gallardón expresó su deseo de contar con escaño en el Congreso pero nadie tomó en serio esa advertencia. Sin embargo iba en serio, y cuando todo el mundo creía que esta semana Rajoy anunciaría que estaba conforme con que Gallardón formara parte de la lista madrileña al Congreso, Aguirre movió ficha el domingo 13. Fue a ver José María Aznar para comunicarle su intención de dimitir como presidenta regional para optar a un escaño en el Congreso si Gallardón iba finalmente en la lista de Madrid. Aznar intentó convencerla de que no lo hiciera, pero Aguirre siguió adelante con su programa y, a continuación, se lo comunicó a Ángel Acebes.

Lo que no sabía Aguirre es que, veinticuatro horas antes, el sábado, Rajoy había pedido a Manuel Pizarro que le acompañara en la lista madrileña como número dos, y Pizarro había aceptado; y no sabía Aguirre que Rajoy sopesaba la idea de prescindir de Gallardón en la lista madrileña, aunque hasta ese momento pensaba contar con el alcalde.

Así que cuando Rajoy convoca a su despacho a Aguirre y a Gallardón para comunicarles, con la presencia de Acebes, que ha decidido que el alcalde no irá en la lista se encuentra con que Aguirre -que cree que la decisión era la otra- le anuncia que ella también quiere estar en la lista. Rajoy, en tono muy serio, les indica a los dos que ninguno estará. Asimismo, Rajoy da instrucciones para que se redacte una nota de prensa en la que se incluya que Aguirre había presentado también su propuesta de ser diputada abandonando el gobierno regional.

De momento, la guerra a muerte ha significado -en política nada es definitivo- que los dos contendientes han sufrido un duro revés en sus respectivas carreras políticas. Y si hasta ahora las relaciones personales estaban aparentemente a salvo, a partir de ahora se pueden considerar absolutamente rotas.

Los desencuentros entre ambos han sido constantes desde que sus carreras políticas se desarrollaran en Madrid, aunque empezaron a envenenarse cuando Aguirre sustituyó a Gallardón al frente del gobierno regional. Independientemente de las tensiones siempre lógicas entre un alcalde y un presidente de gobierno autonómico, y más cuando el alcalde lo es de la capital, también hubo choques por sus ambiciones políticas.

Aguirre quiso ser presidenta del PP regional, y se encontró de frente con Gallardón. Fue una batalla dura, que Aguirre ganó por goleada, lo que enconó aún más las relaciones entre los dos. Meses después, cuando empezaban a enderezarse las cosas gracias al empeño de dirigentes nacionales del PP, una biografía autorizada de Esperanza Aguirre, con críticas ácidas a Gallardón, echó más leña al fuego. Tanto, que Gallardón se negó a asistir al acto de presentación del libro, aunque Rajoy salvó la situación con una intervención muy irónica, llena de sentido de humor, en la que recordó la famosa frase de Romanones cuando pensaba que contaba con votos suficientes para acceder a la Academia de la Lengua: "Joder, qué tropa".

De nuevo las espadas estuvieron en alto el pasado verano, cuando Gallardón provocó otra polémica al recordar sus intención de ser diputado. Estas palabras dieron pie a José Blanco para decir que ni siquiera los suyos creían en el triunfo de Rajoy en las generales. Aguirre, al igual que Acebes y Zaplana, arremetieron contra el alcalde por su falta de oportunidad y por anteponer sus intereses a los del partido. Y, en este mes de enero, la última batalla tuvo forma de órdago, cuando Aguirre hizo que siempre dijo que iba a hacer "si él va, yo voy". Rajoy fue muy claro en su respuesta: ni va él ni va ella. Las decisiones las toma él.

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