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España

La nueva vida de Zapatero y Rajoy

  • Mañana el todavía presidente del Gobierno en funciones desalojará definitivamente La Moncloa tras siete años y medio para dar paso a un líder del PP con el que ha mantenido una fluida relación en los últimos días.

ZAPATERO, acompañado de su familia, dejará La Moncloa la tarde del martes, en cuanto se haya producido la votación en el Congreso que convertirá a Mariano Rajoy en el sexto presidente de la democracia.

El todavía presidente en funciones ha pasado los últimos días recogiendo sus enseres personales y aunque había previsto dejar libre la residencia oficial unos días antes de la investidura de Rajoy finalmente decidió mantener el calendario protocolariamente más adecuado, aunque el fin de semana visitó al chalé que ha alquilado en una lujosa urbanización en las afueras de Madrid, donde se instalará finalmente con su mujer y sus hijas tras descartar residir en León.

Rajoy por su parte aún no ha decidido si se trasladará a La Moncloa a vivir en cuanto tome posesión de su cargo el próximo miércoles, o lo hará después de Navidad, tras pasar los días 24 y 25 en Pontevedra con su familia. No ha puesto excesiva resistencia a instalarse en La Moncloa, como ocurrió con Felipe González o Aznar, desde el primer momento dijo que haría lo que los servicios de seguridad considerasen más adecuado, sabiendo que las indicaciones iban llevarle al complejo situado al lado de la Ciudad Universitaria.

Lo que sí hará en cuanto jure ante el Rey el próximo miércoles es mantener un encuentro privado con don Juan Carlos para adelantarle la composición de su nuevo Gobierno y después, instalado ya oficialmente en su despacho de presidente, desde La Moncloa anunciará esa composición. Por la noche acudirá a la tradicional cena de Navidad del PP madrileño, donde ya no tendrá que responder a preguntas sobre sus futuros ministros porque se sabrán los nombres de antemano. Los ministros jurarán sus cargos el día 22, por la tarde tomarán posesión y el día 23 celebrarán su primer Consejo.

No han sido fáciles los últimos meses para Zapatero. Personas de su entorno coinciden en que advirtieron un fuerte bajón anímico cuando regresó de sus cortas vacaciones de verano a finales de agosto, y que a lo largo de septiembre aún apareció más contrito, más preocupado. La situación económica no era desesperada pero casi, las presiones de la Unión Europea para que tomase determinadas medidas hacían mella, y sobre todo le entristeció la reacción de los dirigentes del PSOE que no entendieron su pacto con Rajoy para reformar la Constitución, una decisión que venía obligada por la UE y que impedía así que desde Bruselas se tomaran medidas muy duras para España. La reacción de personas importantes del socialismo, así como el evidente desafecto hacia el presidente del Gobierno del que hicieron gala, afectaron a Rodríguez Zapatero, cada vez más aislado en La Moncloa, al que apenas llamaron sus compañeros para participar en campaña y mucho menos todavía para consultarse sobre cuestiones importantes del partido.

Durante estos meses últimos ha continuado el apartamiento voluntario de Zapatero de la primera línea pública, ha asistido a los actos imprescindibles, y curiosamente la persona con la que ha mantenido un contacto más fluido ha sido Mariano Rajoy. Han hablado prácticamente a diario, el tono entre ellos ha sido de absoluta confianza para analizar en profundidad las cuestiones relacionadas con la política, han preparado conjuntamente la cumbre europea en la que se jugaba el futuro del euro y se ha consolidado entre ellos una relación sorprendente que puede identificarse como amistad. Incipiente, pero amistad, de ahí que el traspaso de poderes haya sido tan fluido, lo que causa asombro después de las tensiones y crispación que se han visto entre Gobierno y el PP en los últimos siete años.

Sus colaboradores coinciden también en señalar que a Zapatero se le va más ansioso de hablar, de compartir impresiones; y quizá porque recibe muy pocas llamadas, ha sido habitual estas semanas que sea él quien coja el teléfono para llamar a algunos de ellos -lo que no hacía antes- para charlar durante mucho tiempo, a veces más de una hora, sobre asuntos de tipo profesional.

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