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Familia y población

Contra el hambre y el despilfarro

José Antonio Busto Villa

Presidente de la Federación Española de Bancos de Alimentos

Uno de los hechos evidentes de la sociedad, que llamamos desarrollada, es la paradoja que supone la existencia de un sector de población que dispone de medios sobrados para disfrutar de una vida confortable junto con otro que no puede subvenir a sus necesidades más elementales.

 

Un estudio reciente llevado a cabo en el seno de la UE ha determinado que Europa arroja a la basura la mitad de los alimentos que produce. La cifra causa vértigo, 89 millones de toneladas  de artículos para cuya producción ha sido necesario consumir energía, agua, fertilizantes, mano de obra, terreno, etc., sin olvidar que para generar la energía que acompaña a los procesos productivos se ha necesitado echar a la atmósfera toneladas de CO2. Y aun hay mas, cuando se envíen al vertedero producirán metano que es veintiún veces más activo que el CO2 en lo que se refiere al efecto invernadero. Todo a la basura o al aire inútilmente.

 

Al mismo tiempo en la Europa del bienestar, 116 millones de personas viven por debajo del umbral de la pobreza y 42 millones necesitan ayuda alimentaria. Esta situación escandalosamente paradójica hoy, pero ya en marcha hace mucho tiempo, ha hecho inevitable que algunas personas por los años sesenta se decidieran a luchar "contra el hambre y el despilfarro". Eran los años de la despreocupación, a la crisis actual aun le faltaban cuarenta años para enseñar los colmillos, pero en USA primero, Canadá después y Europa en 1984, alguien estaba utilizando el sentido común para, sin hacer ruido, ponerse a trabajar bajo ese mismo lema.

 

La propia realidad de los hechos exigía inventar una organización que utilizara los recursos pretendidamente desechables y ponerlos al servicio de la sociedad. No es ajeno a ese espíritu el hecho de que el personal que hace funcionar los Bancos de Alimentos sean voluntarios jubilados, en general profesionales que han concluido su vida laboral remunerada y que ponen al servicio de la sociedad, de una manera absolutamente desinteresada, sus capacidades, habilidades, conocimientos y relaciones. También podrían ser clasificados, a priori, como residuales.

 

La sociedad del bienestar ha devenido en la sociedad del despilfarro. Pero ahí están los hechos: dos mil voluntarios que en general superan los sesenta y cinco años, con frecuencia ampliamente, cumpliendo un horario laboral exigente cada día, pondrán en su  mercado, en el año 2012, más de 120 millones de kilos de alimentos para atender 1,5 millones de personas. Eso en España porque en toda Europa superarán los 430 millones de kilos para atender a  5,4 millones de personas. Estas cifras no hubieran podido conseguirse sin el apoyo decidido de empresas del sector de la alimentación: productores, fabricantes, distribuidores, grande superficies, transporte, empresas de otras actividades, y ciudadanos en general.

 

Pero por otra parte el patrimonio de los Bancos de Alimentos es, yo diría que por fortuna, inexistente, todo es prestado o cedido temporalmente. Se necesita un gran poder de persuasión por un lado y una magnífica buena voluntad por otro para poner en marcha cincuenta y cuatro instalaciones aptas para llevar adelante el movimiento ya citado. Porque los Bancos de Alimentos nacieron, permítanme lo gráfico de la descripción, "con una mano delante y otra detrás". Siguen sin tener absolutamente nada, almacenes cedidos, estanterías de desecho, maquinaria donada, material de oficina de reutilización y… ganas de salir adelante.

 

Aun en estos momentos siguen trabajando en los Bancos de Alimentos  bastantes de los que pusieron en marcha esta iniciativa. Rara vez cuentan nada pero a ninguno de los modernos se nos oculta lo duro que debieron  resultar los primeros pasos. La fuerza interior de los voluntarios, sus motivaciones, se basan en el ejemplo de las personas que atienden directamente a los necesitados, los miembros de las entidades benéficas, tan cerca del dolor; al recuerdo de conciudadanos que cada mañana no sabrán cómo alimentar a sus hijos; a la consideración de que no se sabe muy bien la razón por la que no se han invertido los papeles entre el que ayuda y el ayudado ; y seguramente, otras más profundas que un cierto pudor les impide manifestar. 

 

Hoy ya somos muy conocidos y la reciente concesión del Premio Príncipe de Asturias de la Concordia ha otorgado un marchamo de calidad impagable a la organización. Ha sido como un cálido abrazo de la sociedad a los  voluntarios, a las entidades que colaboran con ellos y a las personas que se benefician de ese esfuerzo. Es como un: ¡ánimo y adelante!

Al patronato Príncipe de Asturias, organización ejemplar donde las haya, y al jurado que nos distinguió con su apoyo, nuestro más profundo agradecimiento.

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