Cuatro días de enero

A Ganemos no le quedará otra que o comerse el sapo y aprobar las cuentas o quemarse a lo bonzo

La negociación de los presupuestos va agotando sus plazos y todo sigue en el aire, aportando calor e intriga a estos fríos días de enero. La izquierda cordobesa, que conforman PSOE, IU y Ganemos, se enfrenta pues a uno de los momentos más delicados del mandato y lo hace, por ahora, bajo los parámetros de un conflicto lingüístico de lo más curioso, que consiste en que el cogobierno llama "flecos" a lo que en el ámbito de Ganemos se denomina "escollos". Al final, intuyo, la sangre no llegará al río, por lo que Ganemos sospecho que tendrá que tragarse el sapo y aprobar las cuentas para no comparecer como el malo malote de este western singular que se está viviendo en Capitulares. Y es que demasiado mal quedaron hace un par de años cuando optaron por esa posición irresponsable y pijoadolescente del dentro pero fuera y fuera pero dentro como para abandonar ahora a mitad de camino a sus cuasisocios y dejar a la ciudad sin cuentas y sin novio, lo que las mismas gentes de Ganemos saben que se vería como algo insensato e imperdonable. O sea, que no les quedará otra, por mucho que les haya cabreado el pasotismo del cogobierno a la hora de acometer los compromisos del año pasado, que buscar un acuerdo que sea más o menos vendible entre sus bases, lo que llegará lógicamente por la vía de explicar que las cuentas se han tornado sociales y humanas gracias, loados sean los dioses, a sus cuidados y labores. Será eso o que Ganemos se queme a lo bonzo, algo que puede ocurrir antes o después por tratarse de un partido muerto de antemano, instrumental. Política nueva, ya ven, innovadora, sin los manejos del ayer.... Aunque mejor será dejar la ironía y confiar en que los tres miembros de este curioso ménage traten de salir de su laberinto de pasiones para centrarse en lo que deben, en estos cuatro días de enero en los que, como en los Siete días de enero de Bardem, deberían aparecer las izquierdas serias, rigurosas y admirables de la Transición y no las que de vez en cuando comparecen. Córdoba se merece eso y no los amoríos de conveniencia y los desplantes de culebrón por desgracia frecuentes y que tantísimo abochornan.

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