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Feria de Abril

La conquista de la tradición

  • En el aniversario de la inauguración de la Expo, casa caseta encierra la historia de un descubrimiento Hijos de primera generación de 'El Abanico' homenajean a los fundadores.

EL 20 de abril de 1992 era lunes. Faltaba una semana para la Feria. El cronista busca el eco del acontecimiento a partir de un número aleatorio y mágico a la vez. El número 92 en las calles que atraviesan el real de Este a Oeste. En Pascual Márquez una caseta de dos módulos, números 90 y 92, corresponde a la hermandad de la Legión. En Juan Belmonte se da idéntica circunstancia. Los Feriantes, resultado de una fusión ferial entre empleados de Bankinter y Citybank, está en los números 90 y 92 de esa calle. Todos los números 92 de estas calles del real están próximos, en las perpendiculares, con Pepe Luis Vázquez, torero vivo vivísimo camino de las 91 primaveras.

Joselito el Gallo, 92 está junto a un retén de bomberos y la preside un número 81 donde el ocho es una guitarra jaranera. "¿Quiere usted saber la historia?", dice una amable dama, esposa de un socio. Ese número se debe a que fue el año de su fundación. La primera Feria después del 23-F. La caseta adyacente es la de la familia Otero: allí está buena parte de esta tribu genial. A la cabeza, la deslumbrante octogenaria María Teresa Alvarado. Aparecen sus hijos Cecilia, Mamen, Gema, estuvo María Teresa, que llevó el protocolo de la Expo, y también está Manuel Otero Alvarado, director del hotel Inglaterra. Uno de sus nietos, Ignacio, con apenas quince años trabajó en el certamen. En una concesión de chocolaterías. Les acompaña Luis de la Viesca, yerno de la matriarca, primo hermano de Alejandro Rojas-Marcos de la Viesca, el alcalde de la Expo.

En dirección a la salida, en Gitanillo de Triana, 92 está Los + Rezagao. "Le pusimos el signo más porque en el Ayuntamiento nos dijeron que había más casetas con el nombre de los rezagaos. Le pusimos ese nombre por el tiempo que tardaron en darnos la caseta", dice Luis Rodríguez Varo, funcionario judicial del sumario de los Ere. Se la dieron al final en 1980. De la primera Feria después del 23-F en Joselito el Gallo, 92 a la primera después del 28-F en Gitanillo de Triana, 92. Y colorín colorado a este cuento del recuento porque la calle Espartero, Feria hecha periferia, no tiene números pares.

Ya se ha dicho que Pepe Luis Vázquez es el diestro perpendicular de estas casetas colombinas. En el número 32 de esta calle hay una caseta que responde al muy oportuno nombre de El Abanico. Objeto que ayer fue símbolo de una bellísima historia. Los hijos de quienes hace cuarenta años fundaron esta caseta, que se estrenó en el nuevo recinto del Prado, le entregaron a sus padres -y madres: ellas reinaban en la foto de familia- el cuadro de un abanico diseñado por Belleda Lópeas Montero en gratitud a cuatro décadas de amistad y trabajo. El factótum de la caseta fue el empresario teatral Juan Yébenes, que fue gerente de los teatros San Fernando y Álvarez Quintero y utilizaba la caseta, entonces con el nombre de Sevillas-Madrid, como escaparate de sus artistas. Uno de los socios de aquella prehistoria era Muñoz Lusarreta, casado con una sevillana, "doña Aurora", vicepresidente del Madrid que presidía Santiago Bernabéu.

Las hijas de Juan Yébenes son socias de la caseta, presidida por una abanico gigante pintado por el catedrático de Bellas Artes Francisco Borrás. Es una caseta autogestionaria: los decoradores son socios; también lo son los miembros del conjunto que ameniza las noches de la caseta, Los Rinconeros. "Aquí no se cobra por cantar, se paga porque cotizan como socios", dice José Emiliano, yerno de Juan Yébenes, que cita una frase del Nobel de Literatura Jacinto Benavente contraseña de la caseta: "La tradición no es una herencia, es una conquista". Asienten Francis, de la segunda generación, y Alberto Morales, de la primera, esposo de una sobrina de Yébenes. De los fundadores, el nexo es que abundan los hijos de militares.

En la caseta Las Golondrinas comparten tertulia los primos hermanos Juan Salas Tornero y Juan Salas Tirado. En el día de hoy, aniversario de la inauguración de la Expo, hay tarde de toros en la Maestranza y a la misma hora juega el Betis contra el Madrid en el paseo de la Castellana. Tal día como ayer de hace 21 años, Gordillo jugó su último partido de futbolista del Real Madrid. "Yo vendí a Gordillo al Madrid. La operación se firmó el 5 de julio de 1985", recuerda Juan Salas Tirado, padre de siete hijos béticos y abuelo de trece nietos.

Entre los primos, un personaje singularísimo. Se llama José Guillermo y sus apellidos son un homenaje a Helenio Herrera: Zubía, Guinea, Ugarte, Elorza, Elortuondo, Alzate, Igarte, Altube, Cortabarría, Letamendía. Ayer le dejaron entrar gratis en el museo de la iglesia del Salvador porque su carné de identidad pone que nació en Sevilla en 1946. "Mi padre era el responsable de los ferrocarriles de Vía Estrecha de Andalucía y Extremadura. El que iba a Valverde del Camino lo hacía parar en Sanlúcar la Mayor para ver tras el vallado los toros de Pablo Romero". "Los de invierno nacíamos en Sevilla, los de verano en el País Vasco". Este vasco de Sevilla que habla "euskera con acento andaluz" ha estado al frente de la patronal vasca en tiempos duros de los que no saca pecho. Creció en Oñate, un condado guipuzcoano que fue independiente hasta que se vendió por una carretera, que tuvo universidad hasta 1902 y donde todos eran del Athletic hasta que de una tacada salieron tres campeones de Liga de la Real: Kortabarría, de Mondragón; Gaztelu, de Bergara; Idígoras, de Oñate.

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