DIRECTO Jueves Santo en Sevilla, en directo | Semana Santa 2024

El tiempo El tiempo en Sevilla para el Jueves Santo y la Madrugada

Feria del Libro

La poesía entendida como un oficio

  • El cierre de 'El viento que no cesa' destaca la autenticidad de un autor para el que vida y obra eran "una misma cosa" · Alfonso Guerra señala que "ninguno de los poetas de su tiempo se comprometió como él"

Para Alfonso Guerra, los primeros tramos del siglo XX dan cobijo a "una fronda de poetas excepcionales", casi todos ellos andaluces, un conjunto de voces inspiradas -Altolaguirre, Salinas, Machado, Cernuda, García Lorca o Alberti- que formarían parte de un capítulo sublime de las letras españolas. Pero en ese grupo, hay un nombre, el de Miguel Hernández, que posee una característica que le diferencia de los otros. Mientras la mayoría "pertenece a una clase acomodada", escribe "como una clase de juego no exenta de vanidad", el autor de Orihuela procede de otros orígenes y concibe "la poesía como un oficio, como un carpintero se dedica a hacer mesas". En Hernández, alguien que "era cabrero y escribe sobre el lomo de una cabra", la "singularidad" de su vida y de su obra "es una misma cosa".

Guerra cerraba ayer las jornadas El viento que no cesa, que la Feria del Libro ha dedicado a Miguel Hernández, junto con el director del Instituto Cervantes en Budapest, Javier Pérez Bazo, y el coordinador del Centro Andaluz de las Letras, Julio Neira. En el acto, el intérprete Liberto Rabal -que dio vida al escritor alicantino en una serie- leyó algunos versos emblemáticos de la trayectoria del poeta.

Además de la autenticidad de su compromiso, los ponentes destacaron ayer la solidez de una "obra casi perfecta" que Hernández construyó tan sólo en una década. Desde Perito en lunas, apunta Pérez Bazo, el escritor va acuñando "una voz original, desgarradora, un pensamiento que puede doler", y va asumiendo "todas las influencias de su tiempo" porque "le preocupa algo, encontrar su propia voz, algo que le va a costar mucho pero que va a conseguir".

Alfonso Guerra también expresa su asombro por esa evolución poética vertiginosa. "Ocurre en diez años, pero lo más sorprendente es que, de esos diez años, Miguel Hernández se pasó tres años en la guerra, como soldado, y tres en la cárcel". Un tiempo en el que el autor de El rayo que no cesa avanzó del neogongorismo, en el que se adentró para "probar que podía escribir como los otros", hasta una poética personal en la que cantó "al amor y a la mujer, el hecho de eternizarse en la descendencia", antes de que los acontecimientos le llevaran a decantarse por una "poesía de guerra cuando ni sus compañeros veían bien este tipo de obras". Pero, tras el alzamiento, Hernández entenderá que hay que pasar a la acción, los episodios "le convierten en un poeta revolucionario".

Si bien, añadió el ex vicepresidente del Gobierno, la mayoría de los poetas defienden la República tras el alzamiento, "ninguno toma el compromiso como Hernández". Mientras unos "viven en el Palacio Heredia Spínola celebrando ágapes, Miguel está en el frente. Hasta una persona como Juan Ramón Jiménez, que era muy agrio, lo salva".

Pero, más allá de su activismo, que según Julio Neira hizo que "los soldados le sintieran como uno de ellos", está la facultad prodigiosa para contar el mundo. La poesía de Miguel Hérnandez, opina Guerra, está "muy pensada" en sus transformaciones, y es fértil en imágenes brillantes, hasta el punto de que "la única mente creativa con que Hernández se puede comparar, de esta generación, es la de García Lorca".

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios