Crítica 'Toro'

Winding Refn en el burladero

toro. Thriller, España, 2015. Dirección: Kike Maíllo. Intérpretes: Mario Casas, Luis Tosar, José Sacristán, Ingrid García Jonsson, Claudia Vega, Nya de la Rubia, Ignacio Herráez, José Manuel Poga, Manuel Salas. Guión: Rafael Cobos, Fernando Navarro. Fotografía: Arnau Valls Colomer.

Con Grupo 7 y La isla mínima, el guionista Rafa Cobos convirtió en marca de la casa una habilidosa manera de introducir el bisturí en ciertos golpes de pecho de la España reciente. Con la Expo' 92 como trasfondo en la primera, y la Transición en la segunda, apuntaba maneras parecidas en Toro: un inequívoco thriller ubicado en la Costa del Sol heredera de los años 70, sin término medio entre rascacielos y avisperos de VPO, con imperios construidos a la sombra -o al sol- del turismo y en cuyas panorámicas de resorts se velan mafias y matones.

Sin embargo, los mayores logros de los títulos anteriormente citados no comparecen en esta cinta, escrita en esta ocasión a cuatro manos con Fernando Navarro, y dirigida por Kike Maíllo. No hay bisturí sino hacha en la lucha testosterónica entre el bien y el mal librada por Mario Casas (Toro), convertido en una suerte de Ryan Gosling patrio sobre el que pesa no ya el Driver de Winding Refn, con idénticos demonios interiores, sino su propio Ángel de Grupo 7. Como tampoco lo hay en un José Sacristán desbordado por uno de los antagonistas más inclasificables del cine reciente, capaz en hora y media de esculpir vírgenes y matar como un ninja, según va encartando.

Y es que la película apunta en demasiadas direcciones, quizá individualmente interesantes pero mal resueltas en conjunto, y la historia deviene tosca y superficial en los muchos coqueteos temáticos y estéticos que inicia durante su planteamiento. Filmada además con una violencia con la que Maíllo no parece cómodo, radicalmente alejado de la cuidada factura de las mejores secuencias de Eva.

Tampoco juega a favor de la propuesta una producción tirando a modestita, que lastra definitivamente unas persecuciones descafeinadas y convierte en kitsch interiores que reclamaban cierta suntuosidad. Interiores que apuntan, una vez más, al Winding Refn de Sólo Dios perdona y Drive, pero con el que incluso desde la comparación más evidente rechinan los dientes: si Driver se explicaba a través de un escorpión, Toro lo hace a través de… claro, un toro.

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