martina Klein

"Conciliar vida personal y trabajo es muy difícil, y es nuestra misión en la vida"

  • La ex modelo de los 90 estrena Lo de Manuela, una marca de interiorismo y decoración

  • Feliz junto a su pareja, Àlex Corretja, tienen una niña de un año y suman tres hijos más entre ambos

Martina, en el espacio de Ron Zacapa diseñado por ella en ARCO.

Martina, en el espacio de Ron Zacapa diseñado por ella en ARCO. / globally

Martina (Klein), Judith (Mascó) y Verónica (Blume) forman parte de aquella generación de supermodelos de los 90. Igual que que Cindy Crawford, Claudia Schiffer y Naomi Campbell cambiaron la forma de entender la moda en Estados Unidos, Martina y compañía lo hicieron en España. Supusieron un antes y un después. Recorrieron el mundo para trabajar con los mejores fotógrafos, desfilaron para las firmas más influyentes y su mezcla de carisma y un físico espectacular las convirtió en celebridades. Martina Klein (Buenos Aires, 1976) hace años que dejó las pasarelas para explorar otras facetas creativas. La argentina, madre de una niña de un año llamada Erika junto a su pareja, el tenista Àlex Corretja, acaba de estrenar un nuevo proyecto ligado al universo del interiorismo. Su última aventura, Lo de Manuela, es una firma de decoración muy especial fundada en Barcelona. La misteriosa Manuela -de la que no se quiere revelar la identidad- ejerce de alma creativa, mientras Martina trabaja como directora y supervisora literaria. En un blog semanal, ambas aconsejan sobre las mejores compras, los regalos con los que acertar seguro y el dress code para cada ocasión. Todos los diseños de Lo de Manuela son exclusivos y la gran mayoría están hechos en España, aunque también utilizan porcelana de Limoges o madera de abedul de Suecia. "Somos muy sibaritas, los buenos materiales nos gusta ir a buscarlos a su lugar de origen. Amamos las cosas bonitas y de exquisitas calidades", explicó Martina en el espacio de Ron Zacapa diseñado por ella en la zona vip de la feria ARCO, celebrada hace unos días.

-¿Cómo tiene decorada su casa en Barcelona? Àlex aportó dos niñas, Aroa (de 12 años) y Carla (de 11), junto a tu hijo Pablo (12) y la bebé que tenéis en común, Erika. ¡Son seis!

-Mi casa es un poco jungla, lo cual en sí ya me parece un estilo. Es imposible obligar a los niños a que no sean niños. También es un poco todo vale en el sentido de que Álex y yo hemos viajado mucho y nos gusta que esos recuerdos formen parte de nuestra vida. No es una hogar recargado, pero no hay una estética concreta, sino un espíritu ecléctico que nos define.

-¿Viven los seis juntos?

-La mitad del año sí y es apasionante (risas). La casa es más divertida cuando están todos, cien por cien. Se les echa mucho de menos en los ratitos que no están. Es cierto que la paz se agradece, pero los niños nos dan mucha vida.

-¿Cómo ha sido volver a ser madre después de este tiempo? Su hijo Pablo ya es casi un adolescente.

-Se olvida todo, debe ser una treta de la naturaleza para que te apetezca volver a tener hijos, porque si no, la especie se acabaría. A mí me ha encantado. Después de tener a Pablo -fruto de su relación con el cantante Álex de la Nuez- tomé la determinación de no volver a ser madre hasta que realmente lo desease. Y ahora, con mi pareja, decidimos que queríamos tener ese núcleo en común. Yo deseaba muchísimo tenerla. Porque, además, Àlex está para clonarlo y fotocopiarlo. Es un bien para la humanidad hacerle hijos a este hombre, y no es para que lo vayan haciendo otras personas, pero para mí era una misión en la vida. Erika es maravilosa.

-A Àlex y a usted se les ve radiantes y eso que cuando tienes un bebé, a veces, la pareja se resiente. ¿Cuál es vuestro secreto?

-Estamos agotados porque dormimos fatal, pero la experiencia es un grado. Y nos ayudamos mucho. Al ser ambos separados a menudo teníamos la casa vacía y no estábamos preparados. Traer a un bebé nos ha dado mucha marcha. Erika ha alimentado nuestros planes en común y nuestra filosofía de vida. Aunque conciliar vida personal y familiar es muy difícil, pero no deja de ser nuestra misión en la vida.

-Usted ha vivido la moda en los 90 y ahora, que todo ha cambiado tanto con el tema de las influencers y las instagirls.¿Qué opina del actual momento que atraviesa la industria?

-Lo que nosotros hemos vivido era mucho más auténtico. Esto de ahora tiene una velocidad que creo que no te deja disfrutar de nada. Te pierdes cosas, no puedes estar pendiente de todo, porque si lo estás, te pierdes tu propia experiencia vital. El hecho de que antes hubiera role models, mantenía vivo el mito, el sueño. Los personajes que ahora admiramos están muy bien, los puedes seguir en las redes, ponerles likes, pero me da la sensación de que esa figura de un referente, un héroe, una persona que admiras, ya no existe. Me sabe mal por mí y por mis hijos. Se están acabando los héroes y me da mucha pena.

-¿Cuál es el mejor consejo que le han dado?

-Sé tú misma y cree en ti. A veces me resulta difícil. Todavía me cuesta no buscarme reflejada en otras personas y sentir que yo, simplemente por ser quien soy, ya valgo. No tengo por qué tener sus medidas o su cuerpo. Es una lucha diaria. Me lo dice mi pareja, me lo han dicho mis padres. Es un consejo muy fácil que tenemos que transmitírselo también a los nuestros. No intentes gustarles, porque ya de por sí eres único.

-¿Cómo se cuida?

-Todo lo que puede cuidarse una mamá que tiene que hacer pollito rebozado y macarrones para cenar. Puede que, de cara a la operación biquini, tenga que empezar a elaborar un pequeño menú aparte, pero hasta ahora no lo he hecho. Intento incorporar el deporte y el ejercicio a mi vida, porque me sienta muy bien.

-Hace poco posaba en Instagram con la famosa camiseta de Dior con el alegato We should all be feminists. ¿Siempre ha sido feminista? Parece que ahora está de moda.

-Sí, sin saberlo. Soy hija de mujer trabajadora, y nos hemos criado con una cuidadora porque mi madre estaba siempre fuera. Mi abuela también, era directora de un colegio. Para mí no es nuevo. Soy tercera generación, que ha convivido en un mundo de hombres de igual a igual. Pero reconozco que soy un caso muy aislado. Me parece que es lugar que nos toca en la historia, y aplaudo la catarsis que están teniendo las mujeres: es una forma de volver a sentar las reglas de lo que significa ser mujer, para que las siguientes generaciones lo tengan muy claro. Que te toquen la pierna no es ser mujer, que te obliguen a llevar una falda no es ser mujer. Eso no lo tienes que aceptar.

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