Pasarela

De Jacqueline y de Jackie

  • El recuerdo y el interés por la primera dama más querida sigue vivo en EEUU como muestra su 'biopic' en el cine

Melania Trump invocó a su espíritu, no le quedaba otra ante la toma de posesión más agria que se recuerda. La reminiscencia hacia Jacqueline Kennedy era inevitable para esta sucesora y las comparaciones han sido constante con el resto de primeras damas durante este medio siglo largo en la Casa Blanca. Su biopic en la cartelera a cargo de Natalie Portman revela lo presente que se encuentra la mujer de JFK en el imaginario estadounidense.

Jacqueline, Jackie, era la elegancia complementada a la frescura de un presidente querido. Redecoró la Casa Blanca, que hasta la llegada de los Kennedy era casi un túmulo decimonónico, y congregó las fiestas más parisinas de toda la historia del Distrito de Columbia. Hasta la mismísima Gioconda cenó una vez en Washington. La sonrisa cuando nacían los 60 era la de Kennedy y su esposa, una mujer de origen francés y bóer, políglota, ilustrada, sensible e incluso discreta. Se convirtió en una efímera reina en la capital más republicana, una princesa de Chanel. Un dechado de estilo. Tras la corteza brillos y de noches de satén latía un matrimonio infeliz y marcado por las infidelidades en ese "Camelot". Sus modos tímidos ante las cámaras ocultaban una personalidad firme en un mundo inestable. La dama se refugió en sus hijos. John junior, eslabón de estaestirpe de intrigantes, una familia llamada a todo pese a la aureola de desgracias, jugueteaba en el despacho oval. Se convirtió en un hombrecito, con saludo marcial, al paso del ataúd paterno. Aquel pequeño, esperanza familiar, se convirtió en un emprendedor empresario que acabó trágicamente a bordo de su avioneta cuando tenía 38 años. Su padre tenía 46 cuando fue abatido en Dallas. Su madre tenía 34 en el momento más imborrable de su historia.

La esposa de JFK y Onassis marcó estilo en una Casa Blanca gris

Esos disparos todavía inciertos acabaron realmente con Jacqueline. Falleció el presidente y con él, todo el futuro establecido. Ella desapareció durante un tiempo, con sus retoños, a salvo de comentarios y miradillas. Años después, en el 68 de las revueltas, también revolucionó los cimientos de la alta sociedad casándose por sorpresa con el millonario más millonario, Aristóteles Onassis, que dejó plantada a María Callas.

Jacqueline Kennedy se convirtió por entonces en Jackie Onassis y fue infeliz al lado del plutócrata heleno. Aquella primera dama se convirtió en una segunda mujer extravagante. Emborronó de aguarrás billonario su retrato. Nunca encajó con Cristina, la máxima heredera, y el cáncer acabó con la que fuera admirada esposa de JFK.

En Estados Unidos la siguen recordando. Aún más cuando hay cambio de inquilina cerca del Capitolio. Melania querrá fijarse en ella, como ya hizo Michelle Obama, otra primera dama respetada por sus paisanos. Los paralelismos y comparaciones con Jackie sobrevuelan en la estampa (y sobre todo en los gestos) de la modelo eslovena.

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