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Los 60 años de Carolina

Nunca ha tenido corona ni cetro, aunque no le ha hecho falta para ocupar uno de los primeros puestos entre las más bellas de la realeza europea. Carolina de Mónaco está hoy de aniversario. La primogénita de Rainiero de Mónaco y la princesa Gracia deja atrás la década de los 50 y se adentra en los 60 siendo considerada una de las royal con más estilo de todos los tiempos.

La belleza heredada de su madre le sirvió para ocupar desde la niñez un lugar destacado en la prensa del corazón, un espacio que nunca ha abandonado sino que ha ido creciendo con el paso del tiempo. En su adolescencia ocupaba portadas por su carácter de niña consentida y rebelde. Tanto es así que cuando todos veían en ella a la candidata perfecta para el príncipe Carlos de Inglaterra, ella supo convencer a sus padres de que el amor de su vida no era otro que el playboy francés Philippe Junot, con el que se casó con el consiguiente disgusto de los príncipes, que dudaban de que esa relación llegara a buen puerto, como así sucedió sólo dos años más tarde. El divorcio primero y los escarceos amorosos que vinieron después (siempre con personas ajenas a la realeza, desde Roberto Rossellini hasta el tenista español Guillermo Vilas, por poner algún ejemplo) siguieron llenando las portadas de la época, que volvieron a convertirla en protagonista el día que su madre perdió la vida tras un fatídico accidente de tráfico. Era la primera vez que el dolor de la bella princesa se convertía en noticia, aunque no iba a ser la única vez que el luto de Carolina fuera lo más destacado del quiosco. Un año después de la muerte de Grace Kelly parecía que su vida iba a dar el giro definitivo hacia la felicidad y las revistas aplaudieron que hubiera encontrado en Stefano Casiraghi al novio perfecto. Su padre, aún apesadumbrado por el fallecimiento de su esposa, no vio con malos ojos que su primogénita volviera a pasar por el altar ya embarazada, aunque en la época, aquello ocupó bastantes portadas.

Carolina y Stefano se convirtieron pronto en la familia perfecta para la prensa, con tres criaturas rubias correteando a su alrededor y con una vida de glamour que parecía salida de un cuento de hadas. Pero la felicidad de la princesa de Mónaco duró poco, ya que su vida sufrió un duro revés el día que su marido falleció en una competición deportiva. Se convirtió de inmediato en la princesa triste y vivió durante años alejada de las revistas, refugiándose junto a sus tres hijos en una pequeña localidad de la Provenza francesa.

Reencontrarse años después con un amigo de la infancia le devolvió la sonrisa. Se trataba del príncipe alemán Ernesto de Hannover, con el que se casó, de nuevo embarazada, en 1996. Con él vivió una etapa algo más alejada de la prensa, que en cambio no pasó por alto la conducta inapropiada del príncipe germano. Tras ocupar varias portadas que hablaban de crisis de la pareja, Carolina y Ernesto terminaron separándose en 2009 y, aunque permanecen casados, desde entonces hacen vidas separadas.

En la última década Carolina ha sabido dar un paso atrás para ceder el protagonismo que ella había ocupado en la prensa a sus seres más queridos. De un lado cedió el testigo a su hermano Alberto, que subió al trono tras la muerte de su padre y al fin contrajo matrimonio y se convirtió en padre, y de otro, a sus cuatro hijos, que primero dieron que hablar por sus escarceos amorosos y luego por la llegada de sus primeros hijos.

Ahora, a sus 60 años y convertida en una feliz abuela, Carolina sigue siendo muy querida por el papel couché, donde mantiene su cuota de protagonismo en los pocos eventos públicos a los que asiste y donde se sigue destacando su belleza y su gran estilo.

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