Moda de Sevilla era el certamen donde ayer se le rendía un homenaje que nos permitió acercarnos a un referente de nuestro diseño con tanto peso específico, dentro y fuera de nuestras fronteras, como Ágatha Ruiz de la Prada. Una mujer que, contra viento y marea, ha luchado por defender un concepto estético el cual, desde el vestir, ha ido trascendiendo a otros muchos terrenos donde se ha ido ganando un reconocimiento. Compañera de Pedro J. Ramírez y madre de dos hijos, se revela como una persona inquieta y con miles de proyectos.

-¿Cómo ha recibido este reconocimiento?

-Estoy feliz. Ya soy tan mayor que no tengo más que homenajes… Aparte, esta ciudad me entusiasma y, a los míos, también. Mi hija Cósima decía de pequeña que quería ser zevillana (risas).

-¿Le merece la pena ese ritmo de vida?

-No queda más remedio. No siempre es así. 

-¿Cuándo diseña? Pues con este panorama…

-Tengo alrededor un equipo muy bueno y, entre una cosa y otra, voy organizándome cuando puedo.

-Los suyos sí que le echarán de menos, ¿no?

-Verás, tengo dos niños, de 23 y 19 años, que, lo que menos desean, es pasar más tiempo con su mamá. Así que, volcándome en lo mío, no les doy el latazo.

-¿Seguirán sus pasos?

-De momento, no. Aunque no te niego que me haría mucha ilusión.

-Nos debe un traje de flamenca…

-Bueno, soy una enamorada de los lunares y los utilizo constantemente. Me apasionan las combinaciones de colores que hay en los tejidos de vuestros vestidos. Luego, los volantes los transformo en aros aunque, tal vez aquí no se entiendan bien. Es la sevillana agathizada. Uno de los grandes éxitos de la Feria de Abril es que las mujeres acuden vestidas de su traje típico. A mí me regalaron uno y, a pesar de que pesa un poco, me lo puse y lo disfruté muchísimo.

-Imaginemos una realidad pasada por su filtro… ¿Sería diferente?

-Yo he diseñado bastante mi vida, la verdad. De hecho, cuando tienes una ocupación que te apasiona, posees una creación bastante cojonuda. Para mí, trabajar -aunque muchos pensaran lo contrario- siempre ha sido el colmo de la libertad. En vuestra tierra, por ejemplo, también tenéis un 'diseño' de una realidad maravillosa.