Investigación

Sostenibilidad y futuro

  • También las incidencias de carácter medioambiental provocan caos económico en sistemas que trabajan al límite

Fernando Martínez Salcedo

Secretario general de Sostenibilidad Abengoa

La confluencia que se está produciendo en avances de biotecnología, nanotecnologías, nuevos materiales y energías renovables hacen fascinantes los próximos lustros y plantean un nuevo escenario para la vida y la actividad humanas. Si sabemos articular adecuadamente estos ejes con el conocimiento apenas utilizado de la biodiversidad, sabremos limitar los riesgos de la globalización y la dinámica hacia la sostenibilidad será una oportunidad real para generar un desarrollo equilibrado en la economía, el medio ambiente y la sociedad humana.

Es lo que empieza a denominarse la economía azul: la aplicación del conocimiento avanzado a la vertebración de una economía sostenible. Estamos, por otra parte, en una etapa apasionante en donde los cambios previsibles en las tres próximas décadas nos deben motivar a ser protagonistas y espectadores del salto más importante en la evolución del conocimiento y, por añadidura, de la sociedad humana. En algunos sistemas y acciones, la metodología debe necesariamente basarse en el aprendizaje derivado de los fracasos.

A modo de ejemplo, los errores en las actividades de investigación, permiten definir y estructurar los elementos válidos de la evolución científica para contribuir al desarrollo humano. En el sistema ambiental, en la sostenibilidad de los recursos que utilizamos para la producción económica se encuentra el reto más relevante en el que no es posible emplear la metodología de prueba y error característica de la actividad científica. Estamos obligados a trabajar preventivamente para que una degradación irreversible no limite la capacidad de los sistemas naturales para generar desarrollo económico o impida la evolución de los sectores tecnológicos antes citados para dar el salto cualitativo que la humanidad requiere. En los próximos años, vamos a experimentar un elevado incremento de la población, pasando de los 6800 millones de habitantes que poblaban el planeta en 2008, a superar los 9000 millones en 2050. Adicionalmente, se está produciendo un envejecimiento progresivo de esta población. En la actualidad, una de cada nueve personas tiene una edad igual o superior a 60 años, pero en 2050 esta proporción se elevará hasta una de cada cinco. Se trata de una tendencia global, y si bien es cierto que en la actualidad el porcentaje es mayor en los países desarrollados, avanza más rápidamente en los países en desarrollo.

De igual manera, el crecimiento económico en países emergentes contribuye a definir un escenario diferente al de hace tan sólo pocos años en lo que se refiere a incremento de energía, recursos y bienes para la producción y el consumo. Esta nueva realidad global, en lo que concierne a la presión sobre recursos naturales y materiales, tiene además otros riesgos que actúan combinadamente sobre el sistema ambiental y el sistema económico. Los riesgos que comparten el denominador común de tener un carácter global son los derivados del cambio climático y los desastres naturales, la seguridad a nivel local e internacional incluyendo el terrorismo, la escasez de recursos y las pandemias. Todos ellos están modificando la relación de recursos que aplicamos alternativamente al desarrollo y a la solución de problemas globales o que aun siendo en su inicio problemas locales, la dinámica social transforma en globales. Cualquier incidencia producida en el sistema económico como la crisis en la que estamos instalados adquiere rápidamente un carácter mundial y las incidencias de carácter medioambiental, natural o de salud como la gripe A, el terremoto de Haití o la erupción del volcán islandés provocan un caos económico en sistemas que trabajan al límite soportando costes adicionales no previstos.

En este último ejemplo, una erupción volcánica es un fenómeno repetitivo en la historia de la tierra. La singularidad de este proceso natural no producido por causas exógenas a la propia dinámica terrestre es su incidencia en el funcionamiento de los sistemas económicos, cuantificada en las pérdidas de las compañías aéreas, en las horas de actividad perdidas y en la dificultad para recomponer la estabilidad aparente del sistema. Por tanto, el mayor riesgo para la sostenibilidad es de momento la rigidez de los sistemas económicos frente a la capacidad de adaptación de los sistemas ambientales. Esta relación puede modificarse si las sociedades humanas no son capaces de producir un trasvase de esfuerzos económicos para transformar el escenario base en el que se sitúan las actividades y la vida de las personas en el planeta. La crisis económica, si no es aprovechada para modificar las pautas de producción y consumo y especialmente la dimensión clave de la energía, será probablemente la última oportunidad perdida para variar la evolución de la humanidad hacia el desarrollo sostenible y empobrecerá la vida humana. La manera positiva que tenemos para afrontar los riesgos globales y continuar el desarrollo de los sectores tecnológicos claves es la necesidad de resituar la orientación de nuestros recursos fomentando las energías renovables y el uso eficiente de recursos básicos como el agua y los alimentos y finalmente, reduciendo el impacto del cambio climático y de los otros retos globales mediante el impulso de los avances científicos y su aplicación y difusión a nivel global.

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