Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

Expo fin de siglo

La Exposición acomodó a Sevilla en el final del siglo XX pero no sirvió para proyectarla hacia el XXI

Si dejamos a un lado lo que significó el tren de alta velocidad, que merece por muchas razones análisis aparte, la Exposición Universal de 1992, de cuya inauguración se cumple hoy un cuarto de siglo, significó para Sevilla recuperar parte de lo que le faltaba para acomodarse en el final del siglo XX. Pero en ningún caso la proyectó al XXI. Con la exposición se saldó la deuda en inversión pública que padeció la ciudad a lo largo de la centuria pasada, sobre todo en el periodo que empieza tras la Exposición Iberoamericana de 1929. La República primero y la larga dictadura franquista después le dieron la espalda a la capital del sur de España y ni un solo proyecto importante de desarrollo digno de ese nombre se puso en marcha. Si acaso, cabría apuntar los cambios en la regulación del Guadalquivir para evitar las riadas que periódicamente arrasaban la ciudad dejando un reguero de destrucción y muerte. Cuando se anunció la celebración de la Expo, Sevilla tenía unas conexiones ferroviarias y aéreas que ya entonces parecían tercermundistas, el desarrollo urbano estaba ahogado por un cerco de vías de tren, lo más parecido a una vía de circunvalación era la antigua calle Torneo y había barrios céntricos como la Alameda infectados por la prostitución y las drogas. Son sólo unos pocos ejemplos -la lista se haría interminable- de cómo estaba Sevilla cuando en la penúltima década del siglo XX se pusieron en marcha las obras que le dieron otra cara a la cuidad.

Fueron cambios profundos y la mayor parte de ellos bien diseñados, desde los puentes sobre el Guadalquivir hasta la estación de Santa Justa o el Aeropuerto de San Pablo. Otros, como la SE-30, se quedaron pronto pequeños. Sevilla se puso al día y tuvo una estimulante inyección de autoestima que se diluyó en la crisis de 1993.

Pero la Expo estuvo lejos de ser la palanca que metiera a Sevilla en el siglo XXI. Se celebró cuando el desarrollo de las nuevas tecnologías estaba aún en mantillas: internet era una cosa de la que sólo unos cuantos iniciados hablaba y los pocos móviles que empezaron a verse por la Cartuja eran aparatosos y grandes como cajas de zapato. La muestra no hizo honor a su lema central que hacía referencia a la era de los descubrimientos.

Cuando se cerró la Expo, Sevilla se volvió a anclar y entró en uno de esos bucles de conformismo y ensimismamiento en los que llevamos vegetando tres siglos. Seguramente, hasta que otra Expo o algo parecido que nos venga de fuera termine dándonos otro salto hacia adelante.

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