Indigentes a la vista

El efecto llamada hace que acudan indigentes de otros lugares a Cádiz, trasladando problemas

Soy consciente de que este es un asunto que merece alta sensibilidad. Afecta a personas vulnerables, que en la mayoría de los casos son derrotados por la vida, y tienen detrás historias tristes de marginación y soledad, a veces de desgarro familiar. Sin olvidar tampoco que existe un margen residual, derivado de lo lumpen y el desarraigo social. Por todo ello, y mucho más, los indigentes que vemos por las calles de Cádiz merecen atención y ser tratados con dignidad. Pero lo que no se puede hacer es fomentar la indigencia, como está ocurriendo. Porque el efecto llamada hace que acudan indigentes de otros lugares, trasladando problemas que nada tienen que ver con Cádiz. Y dan una penosa imagen de la ciudad.

Hay vecinos hartos de quejarse. Seamos sinceros para reconocer que a nadie le gusta tener a personas durmiendo entre cartones en la puerta de su casa. Hay una geografía de la indigencia, que tuvo su emplazamiento más sonado en los aledaños de la plaza de las Tortugas. Después se ha ido extendiendo por el antiguo paseo de Canalejas, ahora del 4 de diciembre. Una zona donde hay pisos caros, bufetes de abogados, notarías, negocios portuarios, bancos con cajeros, bares y restaurantes… Una zona que es la fachada del Puerto en la ciudad. Como diría el alcalde González, lo primero que ven los que llegan por el mar a Cádiz.

El domingo pasado, por ejemplo, llegaron cientos de cruceristas. En Canalejas puede ver a varios, sorprendidos porque un indigente estaba durmiendo en la esquina de Rubio y Díaz, entre cartones, a las dos de la tarde, con aparentes síntomas de ebriedad. ¿Qué imagen damos de Cádiz?

No es sólo en esa zona. En la Caleta y sus aledaños de Capuchinos, en el espacio Entrecatedrales... De vez en cuando muere alguno, por enfermedad o por lo que sea, y parece que la culpa es de todos nosotros, que miramos hacia otro lado. Puede que no seamos inocentes, pero la culpa es de un sistema que funciona mal y que no atiende los casos con los criterios necesarios: es decir, fijar quien necesita atención y quien ha llegado a Cádiz porque aquí se permite todo.

Pasa igual con las falsificaciones de prendas que siguen vendiendo a las puertas de los comercios de la calle Compañía y la plaza de las Flores. Hay que tener solidaridad y compasión. Pero se necesita cierta pedagogía, actuar para que quienes se esfuerzan en la vida a diario no se consideren tontos, viendo lo que se ve, con el mayor descaro. En ese sentido, la política social en Cádiz es un fracaso rotundo. Lamentablemente.

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