La estrategia de la catalanización

Los independentistas han cometido solo un error en su estrategia de construcción nacional: la precipitación

Leo con asombro, aunque ciertamente sin extrañeza, que Jordi Pujol, allá por los años noventa, marcó blanco sobre negro a un grupo de intelectuales las líneas maestras de un proyecto que pretendía la reprogramación de la sociedad catalana. Para ello, como es usual en la construcción de todo imaginario nacionalista que se precie de serlo, y en el que no puede faltar la figura del enemigo externo con el que poder compararse, y resultar bien parado en la evaluación, claro está, se hubo de crear un memorial de agravios que, expresis verbis, comenzaban con la siguiente admonición: "Cataluña es una nación discriminada que no puede desarrollar libremente su potencial cultural y económico." Y continuaba con las siguientes instrucciones: "Descubrimiento, constatación, ponderación y divulgación de los hechos discriminatorios, carencias, etcétera, de forma clara, contundente y sistemática. Remarcando la incidencia negativa que esto tiene para el conjunto del pueblo catalán y para cada uno de sus ciudadanos". Este ideario, promovido e impulsado desde la Generalitat -casa común de todos los catalanes por delegación del Estado-, se ha infiltrado, tal y como se pretendía por sus ideólogos, a lo largo de casi treinta años en todos y cada uno de los campos en donde la política ha podido extender sus largas manos: la Administración, los medios de comunicación, la enseñanza, la cultura, el deporte, propagándose de esta manera por los barrios, los pueblos, las ciudades, hasta conseguir cotas de aceptación que nunca en la historia de España ni de Cataluña se habían obtenido. Pero, a mi modo de ver, los independentistas han cometido solo un error en su estrategia de construcción nacional: la precipitación. Bueno, realmente dos: la precipitación y la altísima valoración que tienen de sí mismos. Ahora bien, me temo que, aun habiendo ganado esta primera batalla los que abogamos por la legalidad, de prolongarse las condiciones actuales, la guerra estará completamente perdida. Solo será cuestión de tiempo. Si el Estado no se involucra en ese territorio de forma decidida, en las escuelas, en los medios de comunicación, en definitiva, en la gente, para hacer atractivo y seductor todo aquello que nos une, me temo que en Cataluña la mayoría que viene está preparándose para marcharse. Nuestra Constitución no va a ser un dique suficiente, porque ya saben que el tiempo juega siempre a su favor.

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