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Literatura y pensamiento

Clubs de lectura: la compañía de los libros

José Luis Rodríguez del Corral

Escritor

La lectura es una actividad solitaria, pero no tanto como parece. Leemos a solas y en silencio aunque no siempre ha sido así; durante muchos siglos, en tanto los libros fueron manuscritos, se leyó en voz alta y preferiblemente en compañía. La imprenta, con su normalización tipográfica, permitió una lectura más íntima, que se proyectaba con mayor nitidez en la imaginación del lector sin el retardo de la pronunciación y favorecía una experiencia virtual más intensa a través del hallazgo de una resonancia interior, de un "mundo interior". Las ficciones se apoderan así de la mente con más inmediatez y las novelas, al calor de las prensas, se convierten en el género más popular de la literatura. No en vano el primer mito que alumbra la edad de la imprenta es el de un hombre que se vuelve loco leyendo libros. 

El Quijote estaba loco, pero Cervantes no. Desde entonces, algunos más han enloquecido leyendo novelas pero son más, en mi opinión, los que se han vuelto locos por no leerlas. Locos por aburrimiento, por falta de horizontes y de anhelos, por el confinamiento en el propio yo sin la vicaria metamorfosis en otras personas que nos ofrece la literatura. Por no haber aprendido esa lección de la sensibilidad que es ponerse en el lugar de otro. 

 

Cuando estamos ensimismados en un libro salimos sin embargo fuera de nosotros mismos, cuando leemos disfrutamos tanto de la soledad porque no estamos enteramente solos y puede ser incluso que estemos más y mejor acompañados que nunca. Desde luego con el autor y con sus personajes pero también ingresamos en la comunidad de lectores que han disfrutado o disfrutan de ese libro. Una afinidad que antes sólo podía imaginarse más allá del círculo de amigos, pero que ahora es una realidad accesible en las redes sociales. 

Si se hiciera una caricatura del aficionado a los libros se le pondrían gafas de ratón de biblioteca pintándolo como alguien poco sociable e introspectivo. Nada más lejos de la verdad. Los amantes de los libros no son menos comunicativos que el resto, lo son más, quizás porque amen más las palabras, y nada desean tanto como compartir los pensamientos y emociones que les suscita la lectura. Casi todos los grandes lectores son grandes conversadores, de hecho la conversación, a la que se ha considerado un arte olvidado o extinto, va muy unida a los libros, es propia de gente leída. La literatura, sea cual sea el grado en que se presente, es el arte de la palabra y es muy natural que alimente el uso al tiempo correcto y expresivo del lenguaje, que es uno de los requisitos más importantes para tener éxito en cualquier cosa que se espere de la vida. 

 

A principios de este nuevo siglo, que multiplica al infinito las posibilidades de interacción social gracias a la mediación de la tecnología, la vieja técnica de la lectura sigue deparando sorpresas e inspirando modos de actuación a contracorriente del aislamiento tecnológico y los mundos virtuales, propiciando el contacto directo, el cara a cara y la conversación entre los lectores. Los clubs de lectura no son algo nuevo pero su proliferación espontánea hasta alcanzar el más remoto rincón del país, implicando a decenas de miles de personas, sí. Los clubs de lectura, que no son en su forma básica más que la reunión quincenal o mensual de unas personas para comentar un libro leído por todos durante ese período, empezaron a crecer desde las propuestas de bibliotecas comprometidas con la animación a la lectura y han alcanzado en los últimos años un florecimiento espontáneo y asombroso con clubs por todas partes, en casi todas las bibliotecas públicas y en muchas casas particulares, en librerías, en cafés, en centros vecinales, y adoptando todo tipo de propuestas temáticas, con obras que dan lugar a reuniones gastronómicas, a catas de vino o veladas musicales. 

 

La velocidad a la que se expande este fenómeno, constatable desde hace algunos años, ha alcanzado en 2012 una especie de punto de maduración, confirmado por la frecuente aparición en prensa de noticias y análisis relacionados con esta "socialización" de la lectura, a la que quizás sería mejor llamar sociabilidad. Los libros se han convertido, casi podríamos decir que de pronto, en la razón y el reclamo para que se reúnan grupos numerosos de personas a debatir e intercambiar pareceres, procurando relacionar la literatura con su propia experiencia y poniéndola en común. 

 

Sin duda este movimiento espontáneo responde a una necesidad social de contacto, de cercanía, pero también a un deseo de elevación por encima de la banalidad mediática y a la aspiración a crearse un criterio propio en contraste y afinidad con el de otros. Ya se sabe que hay más lectoras que lectores (aunque habría que distinguir aquí entre novelas y otro tipo de libros) y la característica principal de estos clubs es que están formados principalmente por mujeres, auténticas impulsoras de este movimiento. Tal vez porque son más comunicativas pero también porque aspiran a más que los hombres. 

 

Otro de los componentes fundamentales de los clubs de lectura, sin perjuicio de ese carácter directo de cara a cara, es su uso de blogs y redes sociales, que sirven tanto para la organización de las reuniones y de los libros a elegir como para dar cuenta posteriormente del debate. También es frecuente invitar al autor a asistir y participar en el comentario de su libro, creándose así una suerte de "mundillo" literario que es muy de agradecer y que contribuye a la difusión de obras que, en muchas ocasiones, están fuera de las corrientes principales del mercado.  

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