Un día en la vida

Manuel Barea

mbarea@diariodesevilla.es

Sus macarras señorías

Como vayan más allá de la violencia verbal no nos va a hacer tanta gracia como en un Parlamento lejano

Alguna vez hemos visto con estupor, asombro y puede que los de músculo más flojo con risas, pero jamás lamentándolo, el pifostio de unos diputados intercambiando sopapos como panes de pueblo en un parlamento exótico, en una trifulca más propia de un tugurio cuando antes del amanecer un tío con un pedo inmisericorde clava su mirada en la única mujer que inicia en la barra con su pareja el prólogo de una película porno. Ocurre una bronca así en la cámara de representantes de un remoto país asiático o en la duma de una ex república soviética, de esas cuyo nombre acaba en tán y cuyos miembros, tras tantos años de aplauso sincronizado y acojone -esos comisarios políticos escudriñando el más mínimo gesto -, se sueltan el tupé modelo politburó para zanjar el debate al grito de todo el poder para las hostias. Nosotros, aquí, repantigados en el sofá, asistimos a la tangana cómodos, ante la tele, el ordenador o el móvil, comentando el guantazo con la mano abierta de un diputado a otro, la patada en los genitales que recibe un ministro y el agarrón que sufre un ujier iluso que acude a mediar en la bronca. Y contemplamos la escena con tranquilidad gracias a la distancia. No lo lamentamos porque, como en el título de la novela de Sinclair Lewis, creemos que Eso no puede pasar aquí. Este es un país en el que preferimos ir de bocazas. De ladradores.

"Mira que bajo", dicen que le dijo un nota del PP al prenda de Podemos el otro día en un áspero debate en el Congreso. El prenda de Podemos, experto en provocar desde sus tiempos de tertuliano televisivo, tan fértiles, parece que lo retó golpeándose la mejilla con un "sois unos caraduras" y algo parecido a un "baja que aquí te espero". Como vecinos encabronados. El prenda de Podemos, tan mediático -mucho más popular que su adversario-, consciente de que hay muchos dispuestos a arreglarle la caja de dientes gratis y sin anestesia, desparrama violencia verbal, para que la que no se conocen límites, y chincha a sus adversarios hasta exasperarlos, a ver si caen en la otra y se descuernan.

Ahora que está tan de moda ir al hemiciclo con camisetas con mensaje, igual se cuela alguien un día con la de Chuck Norris en la pechera y el eslógan Se están rifando hostias como panes. Será agresividad textil y otra imbecilidad estético-política más. Pero como vayan más allá, ahí tan cerca, en nuestro Parlamento, ya no van a ser amarillos ni ex soviéticos y no nos va a hacer ninguna gracia. ¿Eso puede (otra vez) pasar aquí?

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