Una de las tragedias de nuestro sistema educativo es el ostracismo al que está sometido la asignatura de Filosofía. Las Humanidades están mal vistas, sobre todo aquellas disciplinas que contribuyen a crear en el sujeto un espíritu crítico. Los librepensadores son ya "rara avis" en una sociedad que ha hecho del pensamiento homogéneo, administrado en píldoras de lo políticamente correcto, el Evangelio de la nueva era. Las culpas están repartidas; es responsable la Derecha utilitarista que tiene una visión mercantilista de las relaciones humanas, y esa Izquierda progre, materialista y vacía, que lo supedita todo a un colectivismo-trampa, que nos deshumaniza, vistiendo de nuevos derechos lo que no es más que motivo de insatisfacción. Cuánta gente vemos por la vida sin rumbo, sin herramientas para gestionar su felicidad, sin recursos mentales para hacer de su existencia una realidad más vividera. Cuánta gente rota. Los filósofos-profesionales y aficionados- empiezan a organizarse para hacer visible esta terrible situación, y con el lema "pienso luego estorbo", quieren hacer presente que la Educación no es solo una cuestión de acceso al mercado laboral, de empleabilidad, de competitividad o crecimiento. Es mucho más; es la firme vocación de procurar una sociedad más libre, más humana. Si hurtamos a nuestros jóvenes estos recursos, estaremos poniendo el germen para aquella distopía de Orwell, paraíso de la ingeniera social, que nos dicta qué hacer, qué decir, qué pensar, como vestir y qué comer. Antes de tomar una decisión sin reflexión, relegando la voluntad a la emotividad, piense si es imprescindible consumir más de lo que necesitamos, banalizar las relaciones, renunciar al compromiso, trivializar la perdurabilidad, vivir en la cultura del usar y tirar. Si piensa, y percibe que estorba, va por buen camino.

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